Mamás trabajadoras, bajo el dilema del regreso a clases presenciales

En las madres ha recaído la asistencia en las clases remotas. Viven entre el temor al COVID-19, la fatiga y el deseo de que sus hijos regresen a las aulas.

Foto: Annie Spratt / Unsplash
Foto: Annie Spratt / Unsplash

CIUDAD DE MEXICO. Regresar o no a clases presenciales en pandemia, es el dilema y el debate entre las madres trabajadoras en México. Por un lado, el aprendizaje de sus hijos les ha exigido brindarles asistencia adicional en sus clases remotas, la cual no siempre es suficiente para ellos, además de que complica sus jornadas de trabajo; por otra parte, no desean arriesgar la salud de sus pequeños con un retorno presencial a los colegios.

Las autoridades de gobierno han asegurado que solo habrá un regreso físico si los docentes están vacunados o en los estados que entren a semáforo verde, lo que indicaría que tiene un estatus sanitario seguro.

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Hasta el momento han sido vacunados maestros de Campeche, Tamaulipas, Veracruz Coahuila, Nayarit y Chiapas.

En lo que respecta a la Ciudad de México, la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum estudia la posibilidad de un retorno presencial bajo semáforo amarillo, lo que ha generado rechazo y preocupación entre maestros y padres de familia.

En diversas entrevistas, algunas madres de familia cuentan a Dalia News+Media, plataforma de información de Dalia Empower, lo complejo que les ha sido sortear junto con sus hijos un año de clases presenciales. Pese a ello, todavía no ven como opción el regreso físico a las aulas.

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Entre el temor al contagio y una dinámica hogar-trabajo irreconciliable

Vanessa, quién pide no revelar su apellido, es madre de dos niños, ambos en primaria. Uno tiene 7 años y otro 10.

Ella no está de acuerdo con el regreso a clase presencial porque en su caso particular, uno de sus hijos padece síndrome de Asperger y su red de apoyo es reducida o casi nula. Y la situación empeoraría si su niño contrajera el virus de COVID-19 .

Paulina Ceja, madre de una niña de 8 años, también rechaza el regreso porque considera que es difícil que los niños, por ser justo niños, mantengan en orden las medidas sanitarias de usar siempre el cubrebocas, guardar la distancia y lavar sus manos con constancia.

Brenda Hernández, con un hijo en primaria, y Eréndira Espinosa, madre de dos y quien solo pudo inscribir a su hija de 4 años en el kínder, igualmente se pronuncian en contra.

Esto, pese a que desean que la "normalidad" educativa regrese pronto, pues les ha sido imposible conciliarla con su vida laboral y, además, temen que los infantes se contagien junto con toda la familia.

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“Hay días en que parecen leones enjaulados. Además, creo que no aprenden igual. Por otro lado, existe la posibilidad de que se contagien y que la enfermedad se propague en toda la familia”, dice Eréndira.

Alexandra Villavicencio tampoco está de acuerdo con un posible regreso a clases presenciales. No inscribió a su niño de 3 años al kínder porque prefiere esperar a que sea más autónomo. También tiene un bebé de un año y ante el cierre de guarderías por la crisis sanitaria, debe atenderlo igualmente en casa, mientras ejecuta su actividad laboral.

"Definitivamente con niños tan pequeños, que las mamás necesitamos ayuda para poder trabajar y tenerlos en casa al mismo tiempo, es imposible. Ellos requieren muchos cuidados y su aprendizaje no es autónomo todavía", comenta Alexandra.

Por el contrario, Adriana Ruiz que tiene a su pequeño en primaria, expresa que sí está de acuerdo con el regreso a clase presencial porque considera que la enseñanza no está siendo funcional para su hijo de siete años.

"Me era más cómodo estar en el trabajo presencial por la mañana e ir por él a la escuela en la tarde", señala Adriana.

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Redes de apoyo, acuerdos familiares o maestros privados

El apoyo en las actividades escolares o tareas durante la pandemia recayó abismalmente sobre las mujeres.

El 84.4% de madres con niños en preescolar se tuvieron que hacer cargo, en contraste con 5.9% de hombres, de acuerdo con la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación, elaborada por el Inegi.

Para nivel primaria, el porcentaje de madres que asisten a sus hijos en tareas escolares fue de 77.0% contra 7.9% de padres. Mientras 10.9% de mujeres de la familia apoyan a sus familiares con sus hijos en comparación con 3.1% de hombres que brindan este tipo de asistencia.

Sobre este último tema, las entrevistadas por Dalia News+Media coinciden al manifestar que tienen apoyo familiar, pero finalmente la responsabilidad ha recaído sobre ellas.

En el caso de Eréndira Espinosa, dice haber contado con el apoyo del padre de sus hijos durante las clases. No obstante, ella debía subir las llamadas "evidencias" o trabajos escolares a la plataforma, lo que le representó una carga extra que impactó a la hora de realizar sus pendientes laborales.

Vanessa y Paulina comentan que sus esposos también colaboraron con las clases al llegar a un acuerdo mutuo sobre horarios y turnos.

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Ariadna Ruiz, hace parte de la cifra de quienes contaron con una persona del núcleo familiar: los abuelos de su hijo apoyaron con las tareas.

“La interrupción en el trabajo, ya que los niños necesitan ayuda para las claves de acceso y no entienden algunos temas. Los maestros solicitan que enviemos fotografías de su trabajo al momento o ayuda en recetas de cocina y experimentos. Siempre tiene que estar alguien ayudando”, dice Ruiz.

Brenda prefirió contratar una maestra particular, ya que definitivamente no podía estar presente en las lecciones.

"Más que flexibilizar mi trabajo, las clases a distancia vinieron a descontrolar mi rutina", expresa.

Eréndira dice que el problema para ella no es el home office, que incluso, no le tomó por sorpresa porque como reportera suele enviar sus textos desde una banqueta o el metro. Más bien, señala, el problema ha sido tener la vida familiar y laboral al mismo tiempo y en el mismo espacio. Para ello, ha sido inviable.

Vanessa, quien tiene un despacho de consultoría, menciona algo similar: trabajar desde casa es una ventaja, pero no es tan sencillo cuando no cuentas con los espacios adecuados para hacerlo.

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Estrés, fatiga y depresión

En México, la Encuesta de Seguimiento de los Efectos de la COVID-19 en el Bienestar de los Hogares (ENCOVID-19) muestra que las mujeres, durante todos los meses del confinamiento, reportaron mayores niveles de prevalencia de síntomas de ansiedad con respecto a los hombres, con diferencias mayores a 10 puntos porcentuales.

Más de 25% de las mujeres presentó síntomas de depresión, prevalencia que resulta ser del doble de la registrada por los hombres, de acuerdo con el Instituto de Investigación para el Desarrollo con Equidad (Equide), de la Universidad Iberoamericana.

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Eréndira Espinosa, quien trabaja en un diario de circulación nacional y tiene dos pequeños -una niña en kinder y un bebé de un año-, tampoco inscribió a su hija y reconoce que los niveles de estrés que enfrenta son muy altos.

“Hay días en que muero por poder ver algo en la televisión que no sean caricaturas, pero cuando se duermen, yo ya estoy muerta. Uno de mis hijos nació justo unos meses antes de la pandemia, en enero. Mi idea era llevarlo a la guardería junto con su hermana, en marzo, pero explotó todo. Mis planes y forma de vida cambiaron por completo”, expresa Espinosa.

Brenda y Vanessa admiten sentirse agotadas. Ariadna Ruiz y Paulina Ceja aseguraron se ha multiplicado la carga laboral no remunerada, toda vez que la sola presencia permanente de todos los miembros de la familia en casa genera más platos sucios, más ropa que lavar, etcétera.

Paulina se vio obligada a abandonar proyectos personales y laborales desde que arrancó la pandemia. Confiesa que en ocasiones, se desanima mucho.

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