Segundo año de paro 9M… Un balance no muy equilibrado

"Escribo esto en mi segundo año de 9M en modo avión, en paro pacífico desde casa". Una reflexión de Paulina Rensoli, experta en comunicación y reputación.

Foto: Pixabay
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Hace un año nos sumamos al paro nacional miles de mujeres en México. “Alzamos nuestra voz” en silencio y declaramos de esta forma, pacífica y tranquila, la inconformidad que tenemos con la situación que vivimos en el país.

Un año y una pandemia después, tiempo en el que hemos vivido los (casi) 365 más raros de la humanidad contemporánea, lamento compartir que el análisis de impacto y el balance sobre igualdad y seguridad en términos de género no ha sido el esperado... o más bien, no ha sido.

Palacio Nacional fue cercado para protegerlo de la marcha del 8 de marzo 2021 y aunque no me parece que se hubiera hecho, tampoco me parece que violentar la ciudad sea una manera sólida de hacer valer las voces de cualquier género en cualquier país.

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Sí reconozco la admirable reacción pacífica al colocar los nombres de tantas y tantas mujeres desaparecidas, pero también reconozco que el recinto estuvo más cuidado que las 10 mujeres que desaparecen al día en México.

Aún percibo mucho por hacer en esta lucha. Y me voy a referir a los pequeños cambios. A lo micro, a lo “invisible”, a lo que tenemos en nuestras manos y sí podemos hacer cada persona en el día a día.

Para empezar, el 8 de marzo no es un día para felicitar a las mujeres por ser mujeres. Se les agradece, pero es un día en el cual se conmemora y, se nos recuerda a hombres y mujeres, el camino ancho, largo y profundo que queda por delante para lograr igualdad de género y, desde mi perspectiva, para lograr seguridad en todos los aspectos para la mujer en México.

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Cuando me refiero a “lo mucho por hacer” no solo es a la esperada y nula empatía por parte del gobierno y a los múltiples cambios que faltan en cuanto a derechos humanos, sino al compromiso que dejé planteado hace un año en una colaboración en este mismo espacioa propósito también del 8 de marzo.

Ese compromiso es detectar, en el terreno personal, los micromachismos y la violencia aceptada que vivimos diariamente. Y aquí, queridas mujeres, entramos nosotras por igual.

¿Por qué normalizamos hablar de una mujer para bien o para mal? ¿Por qué criticarla, violentarla o burlarla por lo que hace o deja de hacer? Esto sucede de forma cotidiana en oficinas, en familia o entre amigos. Sin mencionar la cantidad de palabras o frases que de ninguna manera respetan a las mujeres y se disfrazan de “halagos”.

Me refiero a comentarios que cosifican a las mujeres y las violentan cuando caminan por la calle o cuando conducen su auto. ¿Dónde está la seguridad para no recibir insultos, chiflidos o gritos desagradables? No, no nos gusta que nos chiflen cuando caminamos por la calle, ni que nos truenen besos desagradables, o nos dejen pasar con el objetivo de vernos y gritarnos algo si vamos solas. NO, NO NOS GUSTA.

Nos gustaría caminar seguras, tranquilas, sin voltear para saber que todo va bien en nuestro entorno. Sin recibir miradas o palabras que nos hacen sentir como ganado y no como personas. ¿Las mujeres mandan besos, chiflan y gritan? No, ni si quiera nos atreveríamos por seguridad y respeto.

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Pero quiero ser equitativa y compartir el siguiente tema que me ha dado vueltas en la cabeza un tiempo. Y aquí es donde entramos 100% nosotras y ellos: todos.

Estos últimos (casi) 365 días de pandemia y encierro en caso, no he dejado de escuchar y leer mujeres (y hombres) que critican mujeres. Por su forma de ser, de hablar, de escribir, por el color del pelo o de piel, por su cuerpo, por cómo se visten, maquillan, por la forma en la que se expresan o gesticulan.

Si están flacas, si subieron de peso. Si están solteras: “es que algo debe de tener”. Si están casadas: “es que no trabaja”. Si tienen o no: “lo hacen bien o no”.

No dejamos de comentar y es alarmante. Me pregunto, ¿no se trataba de unirnos en silencio para tener igualdad, seguridad y no ser violentadas?

Por esto propongo de nuevo que tengamos un compromiso propio para no opinar de otras mujeres, respetarlas y respetar por igual a los hombres.

Creo firmemente en el balance y que ambos existen en respuesta a un equilibrio. Por eso creo que todos debemos observar las críticas aceptadas que hacemos hacia las mujeres para erradicarlas.

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#UnidasSomosMásFuertes no es un hashtag, es una realidad para que la vivamos, vibremos y dejemos de competir, de criticar; para darnos cuenta de que eso solo nos desgasta en la esfera personal y privada hasta la pública, y que no abona a la construcción de un nuevo futuro. Ahí, ganaremos más y construiremos caminos más sólidos.

Agradezco a quienes lucharon para tener los derechos y obligaciones que tengo hoy. Cuando pienso en este tema, no puedo obviar a los millones de mujeres que salieron a la calle, pelearon, lucharon, gritaron o murieron para que hoy pueda ser lo que soy, vivir como vivo y, sobre todo, ser libre y feliz.

Sin embargo, queda mucho por hacer. Creo que debemos mantener el compromiso y la convicción de observar micromachismos que tanto mujeres como hombres repetimos sin pensarlo. Para que las niñas de hoy, como la niña que fui, y todas las que vienen, vivan en un ambiente sano y seguro.

El compromiso es de todos porque no hay diversidad sin inclusión y no hay igualdad sin compromiso.

Reafirmo mi compromiso e invito a que, al menos, empecemos por observar con otros lentes y después marcar límites y erradicar poco a poco la violencia blanca, la que “no se ve”, la que no te lastima la piel y no te quita la vida, pero si afecta y lastima la autoestima de mujeres, niñas y adolescentes, así como su futuro ¿Te sumas?

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