La violencia invisible contra las mujeres: el control del dinero

Las leyes mexicanas contemplan la violencia económica como un tipo de violencia de género.

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CIUDAD DE MÉXICO. Cada vez que Mirna iba a cobrar su salario, su esposo aparecía justo en el sitio y le exigía el dinero completo para usarlo como a él mejor le pareciera, dejándola sin siquiera los recursos básicos. Tantas veces sucedió, que ella comenzó a pedir préstamos para cubrir los gastos de ambos y sobrevivir.

Lo que Mirna vivió se llama violencia económica, la cual es definida como acciones u omisiones que afecten la supervivencia de las víctimas, y aquellas encaminadas a controlar su ingreso según la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Violencia económica también se refiera la situación en que la mujer gana un salario menor que el de colegas hombres por el mismo puesto en un centro de trabajo.

Este tipo de violencia es invisibilizado con frecuencia porque históricamente se ha considerado un acto regular el que, en una pareja heterosexual, el hombre administre los bienes, mencionó Adriana Fuentes, abogada feminista y directora de la asociación civil Equifonía, en entrevista con Dalia Empower.

“Ella cambió radicalmente en muchísimos aspectos de su persona y su vida”, contó Mariana Martínez, sobrina de Mirna, a Dalia. “Ella conoce a esta persona que era pastor, no del sitio donde ella asistía, sino de otro lugar [...] él le hace mención a ella que buscaba justamente una persona que no tuviera familia, que estuviera soltera, que tuviese estabilidad económica; cosa que mi tía lo tenía porque tenía la vida resuelta, tenía sus ingresos, tenía una casa; y a los pocos meses se casan”.

La pareja de Mirna era una persona alcohólica, dijo Mariana. Su único ingreso propio eran los diezmos que le entregaba las personas en la iglesia. Así que gran parte de esos recursos y de los que le quitaba a Mirna, los gastaba en alcohol. Ni siquiera pagaba la renta del lugar donde realizaba su culto. Lo pagaba ella.

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“Mi tía es la que paga todos los gastos de la iglesia; mi tía es la que paga todos los gastos que se generan en casa; él no trabaja, no hace absolutamente nada y bueno, llega un momento en que mi tía me dice: ‘Es que no quiero darle mi dinero, no quiero darle mi dinero, va conmigo e incluso cuando tengo que cobrar aparece [...] Ella decía: ‘Me duele mi vida, no soporto mi vida; no puedo más’. Y decide separarse. Solo estaba esperando jubilarse para irse de su casa”, de su propia casa, narró.

Aunque la violencia económica es poco denunciada, se presenta frecuentemente. El 20.9% de las mujeres de 15 años o más ha vivido violencia económica o patrimonial por parte de su pareja y 13.7% por parte de otros agresores, según la Encuesta Nacional sobre Dinámica de Relaciones en los Hogares 2016.

Es algo que no se visibiliza como una problemática, pero [con] las modificaciones que ha tenido la normatividad y, en este caso, la Ley de Acceso a una Vida Libre de Violencia, lo vemos, está considerado como un tipo de violencia y está considerada en el Código Penal

Adriana Fuentes

Así, la ley ha transitado a esto tipo de delito en contraste con el pasado en que simplemente se consideraba que las mujeres eran un tipo de propiedad y que al casarse e incorporarse a un nuevo núcleo familiar era dependiente económica porque no necesitaría trabajar por un ingreso propio, explicó la abogada.

Múltiples formas, mismas problemáticas

La violencia económica se puede presentar de diversas maneras y en distinto momentos, indicó Fuentes. Ese ha sido un problema para poder identificar el delito. Se registra principalmente en los procesos de divorcio y por eso hoy ya se reconoce una pensión compensatoria a las mujeres que se dedicaron primordialmente al trabajo de cuidados. Pero también se puede dar en diversas situaciones como: incumplir la obligación de brindar recursos básicos a las mujeres que trabajan al interior del hogar; controlar los ingresos que las propias mujeres perciben; brindar un salario menor por el mismo trabajo en un centro laboral o negar la entrega de la pensión alimenticia,

Es decir, se limita o controla el ingreso económico de la mujer, “de lo que ella gana, sea un salario o ingresos por ventas informales; cuando se recibe un salario menor por igual trabajo dentro de un mismo centro laboral; cuando el hombre no quiere reconocer la paternidad o cuando no cumple con las obligaciones derivadas de la paternidad”, explicó Fuentes.

Entre esas diversas formas de violencia económica se encuentra lo que vivió Mirna. En su caso, ella laboraba y sostenía el hogar. Él no aportaba recurso alguno. En lugar de ello, controlaba el dinero que ella ganaba. Desafortunadamente, este caso no es excepcional.

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En México, 2 millones 123 mil 421 mujeres de 15 años o más que viven en pareja declararon que ésta no aporta para el mantenimiento o gastos del hogar. De ellas, 800 mil 491 saben que la pareja trabaja y 1 millón 322 mil 930 no sabe si trabaja. Además 3 millones 373 mil 073 expresaron que cuando su pareja se enoja deja de aportar dinero a la casa, según la ENDIREH 2016. Además, 2 millones 115 mil 841 mujeres de 15 años o más expresaron que quien decide sobre el dinero que ella gana es su esposo o pareja y 812 mil 800 que entre ambos pero ‘más su esposo’.

Maru, quien pide no utilizar su nombre completo por seguridad, tenía 20 años y estudiaba para ser ingeniera mecánica cuando se embarazó. Se fue a vivir con su entonces novio y tuvieron el bebé. Para hacerse cargo de los gastos de su hijo comenzó a vender dulces y comida entre las y los estudiantes de la universidad donde estudiaba. Pensó que su pareja haría lo posible para generar ingresos y compartir los gastos. No fue así. Y al mismo tiempo que ella vendía, se hacía cargo de la limpieza del hogar y estudiaba para intentar terminar su carrera. No obstante, él se dedicaba solo a sus estudios bajo el argumento de que eran más difíciles y demandantes, y por ello no podía dedicarse a otra actividad.

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Dado que los recursos que generaba Maru resultaban insuficientes para ambos y para el bebé, debía pedir ayuda económica a sus papás de manera frecuente, y cuando pedía ayuda a su pareja, él se negaba y decía que necesitaba tiempo de ocio con sus amigos, a quienes invitaba a la casa para jugar videojuegos.

Hoy Maru sabe que ese tipo de actos representan un tipo de violencia, pero en ese momento únicamente pensaba que eran situaciones molestas que debían ser resueltas en pareja. Tuvo que pasar por mucho para tener el conocimiento y la comprensión.

Violencias que vienen acompañadas

Maru y Mirna vivieron violencia económica, pero no fue la única. En ambos casos se combinaron otras violencias como la psicológica y la física, que las llevaron a situaciones muy difíciles y, en el caso de Mirna, a la muerte por presunto feminicidio a manos de su pareja. “Cuando se habla de violencia de género se tiene que mirar desde un aspecto amplio porque pueden estarse dando este tipo de delitos. En la violencia familiar, al hablar de violencia familiar, se puede hablar que hay un concurso de delitos” y deben investigarse, aseguró la abogada y directora de Equifonía.

Explicó que justo la manera en que los agresores ejercen el control contra sus parejas, es lo que hace que denunciar se vuelva más difícil, pues ejercen varias formas de violencia y algunas no son plenamente identificadas -la violencia económica, por ejemplo-; por lo tanto, no se les da importancia ni prioridad.

La sobrina de Mirna cuenta que era la madrugada de septiembre de 2018 cuando recibió una llamada del presunto agresor de su tía. Le dijo que ella había caído de las escaleras. Pero al llegar al hospital comenzaron las inconsistencias en las declaraciones. A algunas personas les contó que él dormía cuando el accidente ocurrió, pero a otras les describió la forma en que habría sucedido el accidente. También había dudas sobre la altura de la cual supuestamente se dio la caída, según la versión del pastor, y porque Mirna presentaba golpes en ojos y nudillos. Por eso razón, fue detenido el 7 de marzo de 2022 y vinculado a proceso por feminicidio. De la violencia económica, ya no se habla.

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