Equidad de Género

La trampa de ser super mujer tiene un alto costo en el bienestar emocional

Antes decían que teníamos histeria, hoy estrés o ansiedad; pero nadie pregunta qué estamos cargando

La figura de la supermujer es una trampa para la salud mental, disfrazada de empoderamiento

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Ana Alicia Osorio

May 23, 2025

La trampa de ser super mujer tiene un alto costo en el bienestar emocional

A primera vista Roxana tiene la vida resuelta: trabaja desde casa, tiene familia y una hija que estudia el kínder. Pero cuando habla, su voz es la de una mujer que ya no puede más. No tiene horarios, está agotada, no tiene un segundo en su día a día para descansar.

Roxana no es la única. La imagen que ella vive es conocida: una mujer que trabaja tiempo completo, cuida, cría, mantiene relaciones sociales, tiene la casa impecable, se ve bien, come saludable, responde mensajes a tiempo y, de paso, no olvida sonreír. Una mujer que puede con todo, que no se quiebra, que no se permite parar. Una supermujer.

Pero ser una supermujer tiene un alto costo. Como Roxana, muchas mujeres sienten que no pueden más, física y emocionalmente, pero al mismo tiempo lidian con la culpa de no dar todo lo que quisieran.

“No se reconocen en este caso las necesidades que una mujer como ser humano y además como mujer tiene (…) nos enseñan y nos inculcan a las mujeres que, para ser amadas, para ser aceptadas, para recibir apoyo, amor, necesitamos o debemos de cumplir con esas expectativas y con esas acciones. Y si no cumples con todas esas expectativas, pues entonces viene una sanción o un castigo social que va desde el rechazo, la crítica”, señaló la psicóloga feminista, Lorena Redondo.

Esas exigencias y la sobrecarga estructural en la que se espera que las mujeres puedan con todo al mismo tiempo, se convierte en un cóctel silencioso de ansiedad, culpa y agotamiento.

“Me siento al borde del colapso, hay días que quiero llorar; hoy por ejemplo tuve que hacer mil cosas al mismo tiempo (...) al asunto de ser la super mujer, la neta, renunció”, sentenció Roxana.

Ella ha recibido un sinfín de consejos. En redes sociales, abundan: “respira profundo”, “haz yoga”, “agradece más”. Ha intentado muchos. Pero cuando la sobrecarga es diaria, es insuficiente. El problema no es falta de actitud, sino de condiciones para que las mujeres puedan tener bienestar.

Redondo explicó que las mujeres en esta situación enfrentan dos retos cuando llegan a un consultorio médico. Los problemas de salud mental (y que en ocasiones se somatizan como síntomas físicos) que enfrentan pueden ser minimizados y tratados como “normales”. O pueden diagnosticarles trastornos mentales, ser medicadas y estigmatizadas. En ninguna de las dos se pone atención a la causa de fondo, que es la sobreexigencia.

De la histeria a los falsos diagnósticos

Cuando una mujer llegaba al médico en la época victoriana, era casi seguro que sería diagnosticada con histeria. Los médicos decían que la prevalencia era una de cada cuatro mujeres. Ellas podían ir con síntomas muy variados, que alcanzaban hasta 75 página, como insomnio, irritabilidad, pérdida de apetito, desfallecimientos. Pero salían con un mismo diagnóstico que se trataba con reposos, encierros, electrochoques o “masajes manuales” que derivaron en la creación de los vibradores sexuales.

La base de este diagnóstico se remonta a la Grecia clásica donde se hablaba de la “histeria” (útero) como un órgano errante que circulaba por todo el cuerpo y que causaba desequilibrio emocional.

“Hablaban de la histeria, de las mujeres neuróticas, en vez de reconocer que esas mujeres estaban siendo oprimidas y violentadas. Esos síntomas que detectaron pues son el resultado de la opresión y la violencia. Lo que hicieron fue naturalizarlo, (decir) como que así son las mujeres”, contó la psicóloga Redondo.

Hoy en día la histeria dejó de ser considerada un padecimiento médico que casi todas las mujeres tienen. Pero sus inconformidades se siguen calificando como problemas o enfermedades.

“La psicología también es patriarcal y hay muchas corrientes psicológicas que también naturalizaron estas características o las manifestaciones de un estilo de vida autoexigente, muchas veces la psicología clínica lo ha naturalizado como si fuera parte de ser mujer”, añadió la psicóloga.

En México, entre enero y abril más de 37 mil 300 mujeres han sido diagnosticadas con depresión, según la Secretaría de Salud. Casi el triple de diagnósticos que los hombres (13 mil 800). Las cifras oficiales no permiten conocer cuántas de estas mujeres han sido diagnosticadas de esa manera por la sobrecarga estructural que llevan consigo.

Diferentes tipos, todas super mujeres

El mito de la supermujer, asegura Redondo, no distingue edades ni contextos. Lo buscan cumplir todas las mujeres, pues desde la crianza se les enseña que deben “poder con todo” y entregarse a las demás personas para ser exitosas. Esa idea atraviesa a todas por igual, aunque cambien las formas.

“Puede haber mujeres que digan, yo no me quiero casar, yo no quiero tener hijos y así estoy feliz. Y puede haber otras que digan yo sí quiero formar una familia y eso me hace feliz. El tema es, porque en ambos casos podemos tener sobreexigencia. Puede haber la mujer maravilla que a lo mejor no se casa, no tiene hijos, pero se sobreexige estudiando, trabajando, manejando su dinero, ayudando a su familia, tolera situaciones de abuso de sobreexigencia de las parejas, de las amistades, de los papás”, explicó.

Las mujeres dedican en promedio 40 horas al trabajo no remunerado mientras que los hombres 16, de acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad. A eso se le suma el tiempo que dedican a los trabajos remunerados. Esa falta de tiempo lleva a mujeres como Roxana a sentirse a punto de colapsar.

Pero la sobreexigencia no es exclusivamente por la falta de tiempo (que muchas mujeres padecen) sino también por la sensación de culpabilidad que genera el no poder cumplir con las expectativas propias y ajenas.

“Yo sola me siento culpable y esto a las mujeres nos puede ocasionar el estrés crónico, nos puede generar ansiedad, nos puede generar depresión, baja autoestima, porque si yo me exijo o la gente me exige que yo tenga un desempeño cotidiano que rebasa la capacidad humana para el bienestar, porque necesitamos descanso, necesitamos atender nuestra salud, necesitamos tener satisfacciones propias. Si yo no cumplo con eso, no hay un balance en mi vida”, dijo Redondo.

Aprender a parar y a ignorar

“Sé lo que exige este trabajo, y sé que ya no tengo suficiente energía para hacerle justicia”, dijo la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, al renunciar a su cargo para procurar su autocuidado.

Ella no es la única figura pública que ha hecho algo similar. En 2023, la gimnasta olímpica Simone Biles dejó una competencia para priorizar su salud mental. En 2021, la tenista Naomi Osaka fue multada por negarse a acudir a una rueda de prensa para cuidarse.

Así, varias figuras han decidido priorizar su bienestar emocional ante las presiones que existen. A pesar de que han enfrentado infinidad de críticas en redes sociales por su decisión, también han recibido aplausos de quienes las consideran un ejemplo.

“Tomar acciones para cambiar esto (el ser una super mujer agotada) puede implicar un duelo, puede implicar que cambien mis relaciones y a veces pues las otras personas se van a molestar, ¿por qué? Porque si los otros viven con el privilegio de tus servicios y tus cuidados y además gratuitos, pues no quieren perder sus privilegios”, sentenció Redondo.

¿Qué se puede hacer?

El desgaste que viven las mujeres es un fenómeno sistémico: un entramado de creencias, prácticas sociales, dinámicas familiares, condiciones laborales y discursos culturales que exigen más de lo que una vida humana puede sostener.

No se resolverá únicamente con tips o terapia, pero sí es posible empezar a desmontarlo, una decisión a la vez, una red de apoyo a la vez, una palabra dicha en voz alta a la vez.

Redondo compartió algunas claves para comenzar a desmontar esa sobreexigencia:

1. Atender las sensaciones y el cuerpo. “¿Qué estoy haciendo? ¿Cuánto me estoy esforzando? Reconocer mi cansancio. Reconocer mi límite”, dijo la psicóloga.

2. Cuestionarnos el estilo de vida y el éxito. “Tus señales, cuál es tu ritmo, cuáles son tus tiempos, tú qué cosas necesitas y anhelas, y reconoce que tú también mereces descansar”, indicó.

3. Replantear las necesidades y relaciones. “Lo que te da coraje, lo que te parece nocivo, reconócelo, porque a veces sí lo pensamos, sí lo percibimos, pero no le hacemos caso porque nos vamos hacia el deber ser, es que yo debo de ser”, afirmó.

4. Dejar de romantizar la multitarea y el agotamiento. “Hay quien piensa que esto viene parte siendo parte de la biología de las mujeres, lo cual no es cierto”, sentenció.

5. Reconocer los éxitos. “Que se te reconozca tu esfuerzo, pero empieza por reconocértelo tú, porque si tú no te lo puedes reconocer es como un pozo sin fondo”, aseguró

6. Buscar un balance. “Puedes reconocer, a ver, a partir de tal hora, a partir de tales acciones, o sea, yo puedo cumplir con esto pero esto ya no, porque me empieza a afectar, porque me empieza a desgastar”, afirmó.

7. Poner límites. “Aprender a poner límites y los límites al final pues nos los ponemos a nosotras mismas. Yo decido hasta aquí doy, hasta aquí tolero, hasta aquí apoyo, hasta aquí lavo los trastes”, sentenció.

Lograr esto no es fácil, se requiere de un cambio de visión. Pero existen programas que pueden ayudar a reconectar contigo, sanar desde adentro y crecer junto a otras mujeres, como los realizados por Dalia Empower.

No estamos locas, estamos agotadas. Y decirlo en voz alta es el primer paso para romper con una cultura que todavía espera que las supermujeres hagan magia... y encima, sin quejarse.

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