La fuerza mental de Serena Williams

"Ahora que en la vida moderna y digital todo lo queremos digerido y ligero, aquí hay mucho que aprender" de Serena Williams, escribe Laura Manzo, Chief Content Officer de Dalia Empower.

Serena Williams, tenista
Foto: Edwin Martinez from The Bronx, CC BY 2.0 via Wikimedia Commons.jpg

En la final del Abierto de Australia 2010, teniendo como contrincante a Justine Henin, Serena venció gracias al gatillo mental de la provocación. La tenista de entonces 28 años había llegado a aquella final con las rodillas lesionadas, un esguince en el muslo derecho, una lesión en la pantorrilla izquierda y un estirón en el abdomen; le costaba trabajo caminar y -como ella dice- estaba “frita mentalmente”.

Durante el tercer set, cuando el marcador mostraba 6-4 y 3-6 y, la belga dominaba claramente, un aficionado en el Melbourne Park le gritó a Willliams lo suficientemente fuerte para que escuchara, que ella no se merecía ser la número uno. “Lo voltée a ver y pensé: ‘Gracias a ti ganaré este partido’”, recuerda ella durante su Masterclass.

En ese momento, Serena no vio otra posibilidad más que ganar. Cerró ese set con un 6-2, tirándose al piso después de dar el raqutezo que le daría el decimosegundo título Grand Slam.

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Siempre he pensado que los atletas son los seres humanos de quienes más tenemos que aprender. La fuerza física y la habilidad -que no es poco, por las muchas horas de entrenamiento-, son solo un complemento. En buena parte de los deportes es la fuerza mental la que se tiene que construir y mantener, para en un periodo determinado de tiempo o en un solo chance, demostrar a tu contrincante también presente, que eres mejor.

Serena Williams, la mejor tenista de todos los tiempos, con 23 Grand Slam en su historia, cree -como su papá le dijo algún día-, que en el tenis la fuerza mental representa un 70 por ciento. Serena Williams cree que lo mejor que ella posee como jugadora es precisamente la fuerza mental. Sin embargo, no es un talento heredado, sino todo lo contrario.

Esta herramienta es algo construido. Cuando era niña, la gente se refería a ella como: “Ah, la hermana chiquita de Venus”, cosa que la hizo sentir rechazada. De hecho, Venus, por ser mayor, tuvo acceso más pronto a entrenadores y diferentes oportunidades que la convertirían en otra gran tenista. Serena vio pasar todo aquello como un desaire, mismo que le causó inseguridad.

La fuerza mental de Serena va de superar la de todos los tenistas que la precedieron por dos cosas que le suma su condición de ser mujer

Laura Manzo

Pero precisamente de esa subestimación fue que se agarró la más pequeña de las Williams. De esa inseguridad fue que se obligó a hacer constantemente un mayor esfuerzo con tal de demostrar que lo que se pensaba de ella era incorrecto. La inteligencia de darle la vuelta a las cosas. De esa subestimación ella forjó autenticidad, mirando a su hermana como ejemplo, pero sabiendo diferenciarse al mismo tiempo para marcar su propio camino. Y de esa subestimación es de la que no se ha soltado ni de la que se soltará, pienso, jamás.

Mentalmente es el gatillo que la engancha y que la hace ganar. “Para ser una buena tenista tienes que tener dos cosas”, dice Serena. “Tener mucho foco y muchísimo deseo”. Jugar tenis te sirve para moverte en la cancha y no darte por vencido, pero jugar tenis te sirve igualmente para moverte la vida.

Serena no solo no tira la toalla, sino que va por cada punto. “No soy perfecta”, repite constantemente en sus entrevistas, pero si uno analiza el todo, su estrategia parece que es buscar la perfección en cada punto. “Trato de ganar cada punto”, afirma. Y al mismo tiempo es “un punto a la vez”. Solo mira el presente, no el punto pasado, no el punto que viene, solo este. Si falla, corrige, soluciona. Una genia de lo suyo, sin duda.

Jugar con dolor es parte del juego. Jugar con dolor es parte de la vida. Serena Williams practica tenis 11 meses al año. Once, no menos. Ahora que en la vida moderna y digital todo lo queremos digerido y ligero, aquí hay mucho que aprender. Los trabajos, las relaciones. Nada sin esfuerzo, nada que nos quite la paz mental, nada que nos perturbe. Ahora que buscamos fama y reconocimiento por el esfuerzo de un TikTok, tendemos a olvidar la importancia del dolor y tendemos a quitarle elevación a la barra de los retos.

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Se trata del dolor físico, pero también del dolor mental. Ejercer un músculo duele. Entrenar horas duele. Aprender duele. Los esguinces, las torceduras, los moretones y las raspaduras duelen. Y cuando están presentes y cuando se generan, hay que resistirlos. Sí, también dejarlos descansar, como parte esencial del entrenamiento, pero en general duelen y duelen profundo. Asimismo, perder duele, las críticas duelen, el miedo duele, la pasión duele. He ahí entonces otro balance a resolver. ¿Cuántas raquetas no se han destrozado en este intento?

La fuerza mental de Serena no solo va de creer en ella, de haber forjado una admirable autoestima y de no darse por vencida, sino de soportar el dolor y de recuperarse de los fracasos también. La fuerza mental de Serena, a diferencia de su hermana, estoica y fina, como ella misma la describe, va también de balancear el carácter explosivo que a veces le gana. Eso duele.

Y finalmente, la fuerza mental de Serena va de superar la de todos los tenistas que la precedieron por dos cosas que le suma su condición de ser mujer. Una, de sortear el patriarcado sexista y la supremacía blanca que por años la han limitado y perseguido. Su color, sus curvas, sus pechos, sus nalgas, su feminidad, su gusto al vestir, sus manifestaciones de enojo en la cancha. La llaman histérica, orangután, hombre, negra… ¿Alguien conoce algo similar dicho jamás a Sampras, a Agassi, a McEnroe, a Federer, a Djokovic?

Y dos, la de tener la valentía de relatarse sentimentalmente como lo ha hecho para la portada de la revista Vogue en su edición de septiembre 2022, cuando hay que hablar de un retiro para volver a ser mamá.

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