El muro de la movilidad social aprisiona a las mujeres

El 74% de la población en México que nace pobre permanece en esa misma situación a lo largo de su vida, pero la proporción se eleva cuando se trata de las mujeres.

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Foto: Shutterstock

CIUDAD DE MÉXICO. La historia muy común de las novelas románticas donde una mujer pobre logra una mejor vida al casarse con un hombre de mejor posición es solo un cuento de hadas, pero que en el fondo habla de una realidad: el muro al que se enfrentan las mujeres a la hora de querer ascender en la escalera socioeconómica.

Tener mayores ingresos o mejor formación académica que sus padres es una aspiración que no tiene asidero en la realidad para ellas. Desventajas en el mercado laboral, la ausencia de un sistema de cuidados, una educación rezagada, incluso el lugar y la familia en que nacieron, son enorme obstáculos para la población femenina, menciona Marcelo Delajara, director especialista en Crecimiento Económico y Mercado Laboral del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).

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En entrevista para Dalia News & Media, el experto destacó que las investigaciones del CEEY llevan varios años mostrando la baja movilidad social (capacidad de ascender en la escala socioeconómica respecto al nivel de los padres) que existe en México. El 74% de la población que nace pobre permanece en esa misma situación a lo largo de su vida, proporción que se eleva a 77% cuando se trata de las mujeres.

La cárcel del emparejamiento selectivo

Y en pleno siglo XXI, muchas consideran aún que escapar de la cárcel de la pobreza heredada pasa por encontrar a un hombre adinerado que “las saque de pobres”, situación que es más un mito que una realidad, pues según Delajara, “en México, como en muchos países, se registra el fenómeno del emparejamiento selectivo”.

Con ello se refiere a que las personas tienden a emparejarse con personas parecidas en niveles socioeconómicos, por razones de afinidad, y quizás más importante, debido al medio en el que han crecido, razón por la cual sube la probabilidad de conocer a parejas del mismo nivel educativo y socioeconómico.

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Contrario a lo que se cree, los patrones de emparejamiento “contribuyen a reproducir las desigualdades sociales, ya que la heterogeneidad social entre las familias favorece la transmisión desigual de recursos de una generación a otra”, de acuerdo con un estudio académico del Colegio de México, elaborado por Patricio Solís y titulado Entre “un buen partido” y un “peor es nada”: Selección de parejas en la Ciudad de México.

“Dónde terminas cuando eres adulto se debe en buena medida a los círculos en los que te moviste siendo adolescente y joven. Las redes sociales (no las digitales, sino el círculo de relaciones sociales con personas reales) están influidas por las personas que tus papás conocieron y también por la escuela a la que asististe. Eso determina mucho qué educación tuviste y tu círculo de amistades, y luego el match o emparejamiento no se va a dar realmente con personas tan distintas a ese círculo cercano”, expresó Delajara.

Por esta razón, añadió, lo que termina sucediendo es que las mujeres que nacieron en niveles socioeconómicos altos tienden a encontrarse con una pareja del mismo nivel socioeconómico. Y cuando se mide el ingreso del hogar se mantienen en un nivel socioeconómico alto. Es una oportunidad que no tienen las mujeres más pobres. Así se va reproduciendo la brecha social entre las familias con altos y escasos recursos.

“El emparejamiento selectivo es uno de los determinantes de la baja movilidad social (pobres permanecen pobres y ricos permanecen ricos) y de la persistencia de la desigualdad socioeconómica en el país”, explicó Delajara.

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El gran peso del factor generacional

En informes de movilidad social 2019 del CEEY se ha podido comprobar que la participación laboral femenina aumenta o disminuye en relación con la educación del padre, es decir, con la educación que la hija recibió en el hogar.

Así, la tendencia arroja que las mujeres con un padre de bajo nivel educativo, terminan teniendo muy baja participación laboral, mientras que aquellas cuyos padres tenían niveles más elevados de formación registran una alta participación laboral.

La inserción laboral de las mujeres también se relaciona con el estatus laboral que tuvieron sus madres. El 52% de las hijas de madres trabajadoras está inserta en el mercado laboral. En cambio, el porcentaje de mujeres que trabajan y son hijas de madres que no lo hicieron es de 35 por ciento. Esta brecha, en buena medida, refleja la influencia de los roles de género y su transmisión entre generaciones.

Este fenómeno de transmisión de las características laborales de las madres de una generación a otra no ocurre entre los hombres. Sin embargo, la evidencia indica que entre ellos se da un efecto de transmisión de los roles familiares de una generación a otra mediante las características de su hogar de origen. Un hijo criado por una madre inserta en el mercado laboral tiene 63% más probabilidades de unirse con una esposa que replica dicha condición de inserción laboral.

De acuerdo con los investigadores Campos y Velez, citados en el informe del centro de estudios, la perspectiva respecto al rol de la esposa dentro del hogar y en la sociedad influye porque los hombres pueden asumir un rol más participativo en los quehaceres de la casa y la crianza.

Pero más allá de las actitudes hacia las cónyuges y desde la perspectiva de la movilidad social, el haber tenido una madre trabajadora promueve el que el jefe del hogar distribuya de manera igualitaria los recursos para la educación entre sus hijos e hijas, lo que en su momento influye sobre los destinos de sus hijas.

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Mercado laboral y cuidados del hogar

Ha quedado claro que la movilidad social es baja en México y lo es más para las mujeres. No obstante, no es un asunto exclusivo de las mujeres pobres, sino que alcanza también a aquellas que pertenecen a un estrato alto, pues tienen mayor probabilidad de descender en la escalera social frente a sus pares hombres.

Delajara destacó que la baja inserción y una alta salida del mercado laboral son obstáculos estructurales para las mujeres, los cuales se relacionan con tareas domésticas y de cuidados.

“En nuestro análisis, con datos del Inegi, detectamos que una de cada cuatro personas quería trabajar o tenía necesidad de trabajar, pero no encontró o no podía hacerlo por un ‘factor fuera de su control’. De ese grupo total, que eran 7 millones 200 mil personas, el 77% eran mujeres. Entonces estamos hablando de 5 millones 600 mil mujeres México en el primer trimestre 2020 que querían trabajar, pero no podían hacerlo porque algo se los impedía”, dijo.

El "factor fuera de su control", de acuerdo con Delajara, se traduce que la mujer está embarazada, a cargo del cuidado de niños, de algún familiar o de algún enfermo. O alguien en el hogar les prohibía trabajar.

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Expresó que esta situación repercute finalmente en su baja movilidad, pues al no participar en el mercado laboral, su ingreso será menor al de los hombres a lo largo de su vida y difícilmente podrán tener acceso a una pensión. Por otra parte, la pérdida de capacidades o de competencias para el trabajo llega a impactar en su autoestima.

“Las tareas de cuidado se acaban porque los niños crecen, y luego para las mujeres es muy difícil un retorno al mercado laboral. Normalmente ese retorno se da en trabajos de medio tiempo, en actividades relativamente informales”, dijo Delajara.

El experto señaló que la solución es resolver el tema del trabajo de cuidados con políticas públicas.

“En México no tenemos un sistema de cuidados de niños que permita la mujer tomar una decisión libre sobre si quiere trabajar o no. Quienes pueden pagar una guardería, digamos de calidad, donde sus hijos realmente van a estar bien cuidados en términos educativos y en términos de salud, son una minoría. Incluso, en aquellos casos en que pueden pagarla, a veces hay una cuestión de roles de géneros muy fuerte que llevan a la mujer a dedicarse al cuidado de niños, cuidar adultos, enfermos o adultos mayores”, dijo.

De ahí la importancia no solo de establecer un sistema de cuidados bien diseñado, sino también que las empresas sean flexibles en cuanto horarios y que eliminen la discriminación por género.

La palanca de la educación

El experto del CEEY, organización que se especializa en medir la movilidad social entre la población mexicana, comentó que el emparejamiento selectivo no es algo que esté sujeto a políticas públicas, pues depende más bien de las dinámicas de interacción humana, determinadas a su vez por la posición socioeconómica de las personas.

Sin embargo, destacó, mejorar la calidad de la educación -en particular en los estratos más bajos- es fundamental para que las relaciones de pareja no profundicen las brechas de desigualdad en el país y se pueda empujar la movilidad socioeconómica.

“Lo único que uno puede pensar ahí es que, si tú igualaras las oportunidades de educación de calidad entre las personas, entonces quizás ahí se romperían ciertas barreras para el emparejamiento selectivo. Si a la población de origen socioeconómico bajo le aumentas drásticamente sus niveles educativos en cantidad y calidad, quizá las personas que vienen de niveles socioeconómicos altos no les resulte muy distinto interactuar en círculos similares con personas que vienen de estratos bajos, pues podrían poder encontrarse en el mismo nivel, en trabajos similares, por la calidad educativa que tuvieron”, comentó.

En México, desafortunadamente, la educación tiene menos poder igualador que en otros países, lamenta el especialista. Además, hay otras cuestiones que tienen que ver con etnia, raza y prejuicios alrededor de ellas.

“No hemos aprendido a ver a la educación como por ejemplo en Estados Unidos, donde es considerada no solo para preparar a la gente para el mercado laboral, sino también como un vehículo de movilidad social”, dijo Delajara.

Lo primordial: la nutrición

Finalmente, Delajara añadió que también son importantes las políticas de nutrición infantil, ya que son brutales las diferencias que presentan los niños durante los primeros tres o cuatro años de vida en los niveles socioeconómicos bajos y altos.

El investigador del CEEY refirió que la nutrición es quizá más prioritaria que la educación en edades tempranas, de acuerdo con estudios como el de Norbert Schady, quién trabajo en el Banco Interamericano de Desarrollo en el área Desarrollo Infantil y es autor del libro Los Primeros Años en América Latina.

De acuerdo con el libro, en Chile el 4% de los niños que llegan a escolaridad primaria a la edad de cinco años tiene algún tipo de rezago cognitivo asociado con la mala nutrición en el embarazo o la infancia, o los infantes tuvieron problemas de salud en sus primeros años.

En México ese dato es de 20 por ciento. Por lo tanto, los niños ya llegan a la educación primaria con bajas posibilidades de tener movilidad social en el futuro.

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