¿Ser mamá o científica?
¿Por qué asumir que la maternidad tiene valor solo para la mujer? ¿Por qué la crianza todavía recae en la madre? Un blog de la científica Fernanda Monjaraz.
Anteriormente escribí sobre las barreras internas que uno puede superar al elegir su red de trabajo. Sin embargo, hay barreras externas que definitivamente pueden limitar la carrera científica de una mujer; como las políticas institucionales de la academia respecto a la maternidad.
La carrera científica requiere pasar muchos y largos años como estudiante, y todo lo que eso implica. Entonces, ¿en qué punto una mujer científica puede plantearse ser madre? ¿En qué punto se lo plantea un hombre científico?
Los estudiantes de doctorado en México, que tienen alrededor de 30 años de edad, generalmente se sustentan con una beca Conacyt, otorgada por cuatro años. Esto significa que tienen cuatro años para cumplir con todos los requisitos y graduarse.
Las mujeres que se embarazan durante este periodo no tienen derecho a incapacidad por maternidad como becadas. Si ellas decidieran darse de baja un semestre para cuidar al bebé durante los primeros meses, tendrían que renunciar a la beca durante ese periodo. No sólo eso, sino que ese semestre contaría como cursado y el tiempo para graduarse se acortaría. Esto nos muestra cómo el sistema está hecho para responder a la “normalidad”, en la que históricamente los estudiantes han sido hombres y no tienen que afrontar estos conflictos.
Aun superando el estatus de estudiante, las investigadoras que eligen ser mamás se enfrentan a una situación desequilibrada entre su rol familiar y su rol profesional. Como en otras profesiones, las mujeres científicas normalmente tienen que ceder tiempo de su horario para criar a sus hijos y esto también genera una desventaja para ellas.
La investigación científica suele ser una profesión muy sacrificada, ya que con la inversión de más tiempo se obtienen más resultados, más publicaciones y, por lo tanto, mejores aspiraciones, aunque esto no necesariamente significa mejor ciencia.
En muchas ocasiones, las investigadoras se resignan a aceptar que la maternidad implica bajar las expectativas de su desarrollo profesional. El conflicto entre el rol familiar y el profesional, usualmente lo resuelven abandonando la carrera científica, retrasando la maternidad a edades no favorables, optando por prácticas profesionales más flexibles, como la docencia, o simplemente renunciando a tener hijos.
Los hombres científicos no enfrentan estos conflictos aunque en su mayoría son casados. El sistema normaliza el hecho de que la mujer sea quien asegure la reproducción biológica y la crianza de sus hijos. Entonces ellos pueden llevar a cabo su rol familiar y profesional con mayor facilidad, aunque también desbalanceado, pero en favor de su carrera científica.
El nudo de conflictos que presenta la maternidad para la mujer científica no es exclusivo del gremio. Se esperaría que la ciencia y sus científicos fueran un ejemplo de progresismo porque presumen de ser objetivos. La realidad es que la ciencia se rige por los mismos constructos sociales respecto a la maternidad y crianza de los hijos que los demás gremios.
Lo que debemos cuestionarnos como sociedad es: ¿Por qué asumir que la maternidad tiene valor sólo para la mujer? ¿Por qué la crianza todavía recae principalmente en la madre? La formación de los niños y la construcción del futuro debería tener un valor altísimo para la sociedad en general. En este sentido, las políticas respecto a la maternidad deberán estar enfocadas a facilitar la co crianza de los hijos, no a perpetuar que la mujer asuma valores masculinos en el mundo laboral y al mismo tiempo deba cumplir con la mayor parte de las responsabilidades del mundo doméstico.
Fernanda Monjaraz
Se ha dedicado por más de 10 años a la investigación científica, enfocada principalmente en los sistemas sensoriales. Cuenta con una Licenciatura en Neurociencias y una especialidad en Ingeniería Computacional por Washington State University (WSU) y con un doctorado en Ciencias por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Actualmente, incursionan en el sector privado para el desarrollo de un laboratorio de inteligencia artificial.
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