Negocios

De la explotación al rendimiento sostenible: una nueva visión del trabajo

Gina Diez Barroso, fundadora de Dalia, dice que la cultura de "ponerse la camiseta" es peligrosa

La creencia de que “si no estás agotado, no estás haciendo suficiente”, son insostenibles y están pasando factura

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Gina Diez Barroso

September 3, 2025

De la explotación al rendimiento sostenible: una nueva visión del trabajo

La cultura de “ponerse la camiseta” sigue siendo común en México. Aunque a primera vista parece inofensiva —incluso positiva—, en realidad esconde una narrativa peligrosa. En muchos entornos, esta frase no es sinónimo de pertenencia, trabajo en equipo o realización personal, sino una justificación disfrazada para exigir más sin dar más. Es común que se solicite a los colaboradores trabajar horas extra sin pago adicional. Si tienes “suerte” tal vez llegue el jefe con un par de pizzas y refrescos para justificar extender los horarios laborales sin que ese tiempo sea remunerado al final de la quincena.

Estas jornadas maratónicas, con poco descanso y bajo la creencia de que “si no estás agotado, no estás haciendo suficiente”, son insostenibles y están pasando factura. En México, el promedio anual de trabajo es de 2,226 horas, colocándonos entre los países que más trabajan en el mundo. Para contrastar: en Estados Unidos se trabajan 1,765 horas al año y en Japón, 1,607.

El problema no es nuevo. Antes de la pandemia, el IMSS ya reportaba que México tenía uno de los índices más altos de fatiga por estrés laboral: el 75% de los trabajadores lo padecía. Actualmente, la Ley Federal del Trabajo permite un máximo de 48 horas semanales en jornada diurna, 45 horas en jornada mixta y 42 en jornada nocturna. Aunque aún está pendiente que se apruebe la reforma para reducir la jornada laboral a 40 horas, ésta se implementaría gradualmente según declaraciones del gobierno actual.

Aunque esta reforma es un paso en la dirección correcta, no es suficiente. Las empresas deben cambiar el chip. No se trata solo de trabajar menos, sino de trabajar mejor…el famoso “work smarter, not harder”. Debemos de cambiar esas ideas obsoletas que asocian mayor tiempo de trabajo con mayores ganancias, ignorando el impacto del bienestar integral del trabajador como motor de productividad.

El bienestar no es un lujo, es una inversión. Las organizaciones que lo entienden son más resilientes, productivas y atractivas para el talento. El salario emocional y las prestaciones superiores a las de ley no deben verse como una linda idea, sino como una estrategia empresarial clave. No basta con una pizza al final del día; se necesita una apuesta seria por el desarrollo y bienestar de los equipos.

Sé que esto puede sonar a pedir mucho, en un país donde aún persisten prácticas abusivas para evadir obligaciones fiscales o evitar prestaciones y reparto de utilidades. Pero justamente por eso es urgente repensar el modelo.

Pensar outside the box y cuidar a las personas no solo es lo correcto, también es rentable. Prueba de ello son los resultados de varios países que han experimentado con semanas laborales de 4 días: no solo alcanzan las mismas metas, sino que muchas empresas reportan aumentos en productividad. Como dijo Sander van 't Noordende, CEO global de Randstad en el World Economic Forum de 2023: “La semana laboral de cuatro días es un imperativo para las empresas.”

Además, las nuevas generaciones buscan más que un salario. Quieren aprender, crecer, trabajar con propósito y en ambientes que reflejen sus valores. Ignorar esto es perder talento.

Desde programas de mentoría y desarrollo profesional, membresías de gimnasio, esquemas de trabajo flexibles y culturas organizacionales con impacto social, hasta algo tan básico como exigir al gobierno inversión en espacios públicos para ejercitarse o simplemente descansar: todo suma. Todo contribuye a construir una fuerza laboral más sana, más motivada y más productiva.

Tal vez la idea de una semana laboral de cuatro días aún parezca lejana en México, pero la reducción a 40 horas ya es una posibilidad concreta. Las empresas deben prepararse: actualizar procesos, establecer nuevos KPI’s y desarrollar estrategias reales que hagan posible una transición efectiva.

Si aspiramos a organizaciones sostenibles —en lo humano y en lo económico— debemos dejar de preguntarnos “¿cómo exprimimos más?” o de asumir que “la gente no quiere trabajar”. Es momento de cuestionarnos: “¿qué podemos hacer para contribuir al bienestar de quienes colaboran con nosotros?”. Porque cuidar a quienes trabajan contigo no es solo lo justo… también es lo más inteligente.

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