Marcha 8M 2023: infinita y más diversa

Cada vez más mujeres salen a las calles. ¿No es ya tiempo de cerrar la caminata hacia el Zócalo con mayor contundencia?

marcha #8m
Foto: Nashinka Pérez

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CIUDAD DE MÉXICO. Nunca hubo lugar para el cansancio -ni para caminar, ni para cantar, ni para gritar consigna tras consigna-durante las casi nueve horas que duró la marcha 8M en la Ciudad de México este 2023. Quizá una de las más prolongadas en la historia, pero hasta el destino final, hasta la plancha del Zócalo, se escucharon consignas salidas desde el pecho y a toda voz que erizaban la piel de emoción:

¡Mujer escucha, esta es tu lucha!

¡Con falda o pantalón, respétame cabrón!

¡Aborto sí, aborto no; eso lo decido yo!

¡Ahora que estamos juntas, ahora que sí nos ven; abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer, y arriba el feminismo que va a vencer, qué va a vencer!

Desde el mediodía, distintos puntos de la avenida Paseo de la Reforma se comenzaron a pintar de violeta y verde. Miles de mujeres, de todas las edades, clases sociales, color de piel, origen geográfico, orientación e identidad sexual, etcétera, acudieron al llamado: el 8M. Muchas con sus hijas e hijos pequeños y/o adolescentes; quizá su primera marcha. Destacaron también las mujeres sobrevivientes de cáncer de mama, mostrando al aire un trecho de piel donde antes hubo un seno.

Pocas de ellas se imaginaban que su objetivo, llegar a la plancha del Zócalo, les tomaría mucho más tiempo de lo que habían pensado. Eso pasaría a ser tema de conversacion ya finalizada la jornada.

Según cifras oficiales, asistieron 90 mil personas; 10 mil más que en la marcha histórica de 2020. ¿Cómo se llega a ese conteo? ¿Es certero? ¿Cómo se dimensiona una marea que comenzó a crecer desde antes de mediodía -pues cerca de la 13:30 horas el primer contigente ya estaba en el Zócalo- y que no bajó hasta pasadas las 8 de la noche?

El avance fue lento. Incluso en algunos puntos del recorrido la marcha se detenía por completo ante la magnitud del abarrotamiento. Lo que en un principio era un río que avanzaba por un solo carril, pronto se convirtió en un mar que abarcó los dos carriles y las banquetas de la avenida más importante y emblemática de la Ciudad de México.

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Entres los miles y miles de carteles que las mujeres llevaban muy en alto y bajo un intenso sol, se leían mensajes contundentes:

“Me volví feminista por mi historía y la de mis amigas”

“Mamá, tranquila hoy no voy sola por las calles”

“En donde encubran a mi abusador, no es un lugar seguro

“Guardar silencio de lo que pasa en las familias es ser cómplice del abuso y la violencia”

“Buscamos igualdad, no superioridad”.

Pero entre el coraje y sí, ¿por qué no?, también la algarabía, había dolor. El dolor de numerosas mujeres que dentro de la marcha denunciaban a sus agresores. El dolor de mujeres y hombres, que apostados a las orillas, con grandes mantas que mostraban un rostro femenino, exigían la búsqueda de sus hijas, de sus hermanas, de sus madres, de sus tías, porque no están; o exigiendo justicia porque fueron asesinadas.

La multitud sorora y solidaria les respondía con un: ¡No estás sola!; ¡No estás solo!; ¡No están solos! Era casi imposible no sentir un nudo en la garganta, evitar que los ojos se arrasarán y no percibir que algo muy dentro se rompía.

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En esta ocasión, los monumentos quedaron desnudos, sin el plástico protector que otros años utilizó el gobierno, aunque algunos edificios sí fueron amurallados con vallas, como el mismo Palacio Nacional, el Palacio de Bellas Artes, las glorietas del Ángel, de la Diana, de las Mujeres que Luchan. Los incidentes de las mujeres integrantes del Bloque Negro fueron aislados. Y prácticamente fue nula la intervención de las mujeres policías, apostadas sobre las banquetas sobre varios puntos de Reforma, pero sobre todo en las banquetas de ambos lados de la calle de Madero, justo antes del Zócalo. Muchas de ellas con flores en sus uniformes que estuvieron recibiendo de manos de las manifestantes.

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La marcha, que terminó pasadas las ocho de la noche, se dio en calma, y fue diversa, genuina y catártica. Sin acarreados ni partidos políticos. Solo personas, pero personas unidas, tristemente, por el dolor, la rabia y la firme convicción de que las cosas tienen que cambiar en este país y que las mujeres tienen derecho a una vida sin violencia y con igualdad de oportunidades.

No obstante, hubo una sensación en común: hace falta algo más al final de una jornada como ésta. Es verdad que cada vez son más las colectivas y mujeres organizadas trabajando por la equidad de género y para erradicar la violencia contra las mujeres. Es verdad que el movimiento va creciendo y prueba de ello han sido justo las movilizaciones en todo el país este año. Sin embargo, es necesario hacernos una pregunta: ¿Qué sigue inmediatamente después de marchar y a mediano y a largo plazo?

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De inicio, ¿qué debería de pasar al llegar al Zócalo? ¿No debería haber acaso un cierre mucho más poderoso y reflexivo; quizá con testimonios y mensajes contundentes? ¿Basta con gritar, romper algunos vidrios, poner pañuelos verdes a las estatuas, intentar tirar las vallas de seguridad, prender fogatas con los carteles?

En España, por ejemplo, y en muchos otros países, la marcha termina en un gran mitin, donde las mujeres visibilizan sus problemáticas y exigencias. ¿No nos hace falta eso y cuestionar al poder por su nombre y apellido? ¿O existe alguna razón para no hacerlo?

marcha #8m2023
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