Gretta Hernández, la artista que superó el cáncer de mama con la lente de su cámara

La reconocida fotógrafa Gretta Hernández da acompañamiento y talleres de arteterapia a otras personas con cáncer.

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Foto: Cortesía

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CIUDAD DE MÉXICO. Gretta es una sobreviviente que a través de la lente de su cámara encontró la manera de volver a ver la belleza que por unos meses creyó que el cáncer de mama le había quitado. Ahora, usa esos conocimientos adquiridos en el proceso de su enfermedad para apoyar a otras personas y brindar talleres de arteterapia que ayuden a sanar.

La fotografía es su profesión, pero ha sido también la herramienta que le ha ayudado a reconciliarse con la imagen que ve de sí misma tras las operaciones a las que tuvo que someterse debido al cáncer. La fotografía ha sido también la herramienta para ayudar a muchas otras personas.

“Te puedes reconciliar y aprendes a ver que no eres un seno enfermo, no eres tres cicatrices, no eres una mujer con cáncer. Entonces cruzas esas frontera y empiezas a ver la belleza de la imperfección. Esto es lo que eres, esto es lo que tienes y te vuelves a nutrir de todo lo que hay en ti: ojos, cabello, nariz, sonrisa; estos rasgos físicos, los intelectuales y de carácter”, dice Gretta Penélope Hernández, en entrevista para Dalia Empower, el proyecto de educación continua enfocado en el desarrollo de life skills -las llamadas habilidades blandas- y en la equidad de género, la diversidad y la inclusión.

Reconocida fotógrafa que ha trabajado en varios medios de comunicación, Gretta Hernández realizó exposiciones en México y Alemania, obtuvo becas importantes como el World Press Photo y la Fundación Pedro Meyer. Creó libros como El ABC de la discapacidad, un catálogo de la exposición que se montó en la Galería de las Rejas del Bosque de Chapultepec en 2009. En resumen: una fotógrafa consagrada.

Hace cinco años su vida dio un gran vuelco cuando en un chequeo exploratorio, de esos que las mujeres se deben realizar cada mes para detectar a tiempo el cáncer de mama, sintió una bolita. De ahí vino consigo una vorágine de circunstancias. Recibió un diagnóstico positivo y tuvo que someterse a la primera cirugía para una biopsia.

Entérate: Sobre cómo ser parte de la Comunidad Dalia y acceder a su oferta de educación continua en life skills (habilidades blandas), equidad de género, inclusión y diversidad

Amante de la cámara, le pidió a su hermana que de ser su modelo para fotografías ahora pasara a ser quien la retratara. Así surgieron los primeros disparos que la acompañaron en el proceso: mientras la valoraban; en la sala de prequirófano; en la cama de recuperación.

Pero el cáncer se había extendido a tejido sano y pronto tuvo que volver a entrar a quirófano. Las cicatrices quedaron mucho más marcadas de lo esperado y ella comenzó el proceso de plasmarlo en imágenes junto con sus sentimientos.

“Cuando me hago un autorretrato empiezo a ver que si en la primera podría salir bien librada con las tres cicatrices. En la segunda operación, digamos que extendieron éstas; se hicieron más largas las cicatrices y eso que vi, me horrorizó. Además, me habían quitado ganglios del brazo derecho que me impedían la movilización, que es con lo que tomas la cámara”, contó.

Pero ver las fotografías no era precisamente un momento de tranquilidad y felicidad. Por el contrario, era duro; era notar su realidad; era hacer disparos para documentar lo que estaba pasando, pero prefieriendo muchas veces no ver el resultado. Aun al día de hoy, hay imágenes que son demasiado duras para ella.

“Cuando me sentía, no sé, supongo que un poco envalentonada con esta idea de que prefiero hacer el disparo y no ver la foto, que no hacer el disparo y que pase lo que me está sucediendo. Entonces lo hice un par de veces [...] esto no es de golpe, son procesos muy largos, son reconciliaciones muy largas y siguen habiendo fotos que me son muy dolorosas. Pero ya aprendí a que se queden guardaditas y en algún momento saldrán a la luz”, narró.

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El tratamiento médico trajo consigo las quimioterapias, radioterapias, mejora médica y la necesidad de tomar pastillas a largo plazo. Pero también trajo una serie de temores, de intentos de derrocar los estereotipos de belleza, de enfrentar aquello de lo que poco se habla cuando una persona tiene cáncer de mama: cambios físicos que le llevan a cuestionarse sobre su capacidad para seguir viviendo su sexualidad.

“Aunque yo he trabajado mucho estos estereotipos de la belleza y he intentado reconciliarme con mi cuerpo, yo soy una mujer obesa; pese a todo, lo que más me gustaba de mi cuerpo eran los senos y cuando lo vi, hay una cicatriz que particularmente quedó fea [...] era muy difícil porque te enfrentas al: ¿Quién me va a querer así? ¿Quién me va a querer acariciar así? ¿Cómo puedo ser una persona que inspire deseo? Y eso me lastimaba muchísimo porque si bien, no quería negar mi llamado sexual, también me producía un terror que cuando tu estás desnuda frente a una persona ya eres vulnerable”, dijo.

Obra fotográfica de Gretta Penélope en Instagram.
Imagen: Tomada de IG @grettaph

El proceso de sanación

Pero fue después de mucho trabajo personal, muchas fotografías tomadas, mucho volver a verse, cuando esas imágenes comenzaron a volverse parte de un proyecto que ha marcado su vida. Desde entonces creó un par de series de fotografías que retratan lo que es vivir con las cicatrices, con los efectos secundarios del tratamiento y todo lo que pasó.

“Después de esos procesos mentales y físicos y ya aceptando las reacciones secundarias y todas las chingaderas que me deja el cáncer, entonces empiezo a burlarme de lo que me está sucediendo, y comienzo una serie de autorretratos donde exagero, donde dramatizo esta situación del cáncer en algunos aspectos. En otros, hago evocaciones; como que ya no pude fotografiarme en el proceso porque me estaba rebasando. Lo que hice fue hacerme evocaciones de lo que me sucedió”, afirmó.

Como fotógrafa no ha dejado de crecer. En 2022, Gretta Hernández fue seleccionada para la Competencia Internacional de Fotografía Amalgama, en la categoría Artista con Trayectoria. En 2019, realizó las fotografías para el libro 2501 migrantes y también para el libro erótico Complicidades, por citar algunos ejemplos de su trabajo.

Además, comenzó a dar clases de fotografía. Aunque prefirió omitir la enseñanza de la técnica para dar paso a un método terapéutico sobre cómo abrir el alma y sanar las heridas, el cual a ella misma le ha servido.

“La fotografía te ayuda para que dejes de ver eso en lo que tienes la vista tan acotada; es más, ábrela; deja de ponerle un telefoto o una lente a tu dolor y abre tu visión”, invitó.

“La fotografía como arteterapia funciona muy bien, es muy despacito. Puede que no sea para todos o todas. Funciona a gotitas, en dosis muy pequeñitas y de largo aliento. Así como te lleva cinco años terminar un tratamiento del cáncer, así te puede llevar ser un largo aliento, ir entendiendo cómo, ahora, te vas a plantar al mundo a partir del cáncer”, dijo.

Junto con el largo proceso que ha pasado, también ha ayudado a muchas personas. Aunque tardó en hacer público su diagnóstico para evitar comentarios que considera revictimizantes, en cuanto lo hizo, se dio cuenta que el trayecto que ha hecho podía servir para otras personas en situación similar.

“Tardé, no sé si un año o dos años, en decir en redes sociales que estaba enferma de cáncer; que estaba cruzando por un tratamiento de cáncer, y a medida de que lo fui escribiendo -porque me emputaban estos escritos que me compadecían, me emputaban porque no me gustan, y no soy además una mujer débil y yo tenía este proceso de autosanación y autoreflexión, muy acompañada de mi familia y mis amistades, pero nunca desde la autocompasión [...]. A mí, estas palabras de: échale ganas y eres una guerrera, me cagan, justo por eso no lo hice en el momento y, bueno, cuando lo hice, me tuve que enfrentar a todas estas madres de que te admiro”, narró.

Es así como ha explicado a las mujeres sobre la autoexploración que deben realizarse de manera periódica; ha guiado a otras para hacerse exámenes; o ha contado historias, hasta quedarse dormida, a quien procuraba a un familiar que había entrado a la fase de cuidados paliativos.

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“A cuidados paliativos -yo no lo sabía- a cuidados paliativos llegas cuando la ciencia y la medicina han descubierto que ya no hay más. Es casi cuando te dicen: Ya; La muerte; Te puedes ir a tu casa. Te dan medicina para los dolores [...]. Yo no lo sabía porque si yo lo hubiera sabido, amistades que se suicidaron porque no querían llegar a este punto, hubiera sido muy útil. Hubiera sido muy útil decir: No te vas a morir solo en tu casa; No te vas a morir solo en el hospital con dolores infernales, puede ser de una manera amorosa [...] no queremos hablar de muerte, pero hay que hablar de muerte cuando se tiene que hablar de muerte”, explicó.

Luego recordó cuando apoyaba por teléfono a una persona que cuidaba de su hermana cuando ésta se encontraba en esa etapa. “Cuando a ella le tocaba quedarse cuidando a la hermana, ahí estábamos. Estábamos en el celular y le decía: Ponte el celular en altavoz y te leo un cuento en lo que te quedas dormida cuidando a la hermana”, recordó.

Así, Gretta, ha pasado de tener cáncer, a ser una sobreviviente, a ser quien apoya y ayuda a tender redes de apoyo que ella misma dice, son necesarias para salir adelante de situaciones difíciles, para comprender que se puede ser débil, normalizar la incertidumbre y recargarse en otra persona.

“Las mujeres estamos muy acostumbradas, y más estas mujeres contemporáneas que desde los 80 nos tragamos este cuento de: Sí puedo trabajar; Sí puedo criar hijos; además, estar sola. Y sí, podemos, pero la neta es que no; es que hemos sacrificado muchas cosas por creernos súper poderosas. Que sí, lo somos, pero que paremos de mamar. Tenemos que aceptar que somos débiles, que somos vulnerables, que hay cosas que no podemos hacer y tenemos que crear redes de contención para salir de estos procesos. Y es completamente válido decir: No puedo con esto”.

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