Habilidades de vida, invisibles en la educación básica en México
La falta de claridad en el nuevo modelo educativo reside también en la estrategia para el desarrollo de las habilidades que los empleadores más buscan hoy. De no haber un plan puntual, la brecha socioeconómica solo tenderá a crecer.
CIUDAD DE MÉXICO. Yadir acaba de comenzar el tercer grado de primaria. Él sabe leer y escribir pero muchos de sus compañeros de clase que han iniciado hace algunas semanas este nuevo ciclo escolar 2022-2023 en Tultitlán, Estado de México, no solo no saben, sino que algunos ni siquiera se han aprendido las vocales o el abecedario. Las consecuencias de año y medio de quedarse en casa y de que la SEP no haya aplicado una alternativa eficiente ante la emergencia de salud que nos obligó al encierro. Y por si no saber leer no fuera grave para el tercer año de primaria, a muchos niños, incluido Yadir, les cuesta interactuar entre ellos, asegura Silvia Susana, su madre. “Hay muchas cosas que le cuestan a mi hijo y no se las enseñan en la escuela, yo a veces por mi cuenta le voy enseñando más o menos, pero luego por falta de tiempo no le puedo dedicar tanto tiempo y no avanza como yo quiero [...] como el trabajo en equipo, le cuesta mucho organizarse con sus compañeros; poner atención también, se distrae muy fácil; o para tomar decisiones, veo que se confunde”, explica la joven mamá.
La educación en el país no solo ha sufrido los efectos del confinamiento por COVID-19, sino que durante los últimos años se ha tambaleado por los intereses políticos con una reforma aprobada el sexenio pasado y revocada éste. Para muestra un botón. La recién llegada secretaria, Leticia Ramírez, causó polémica el pasado 5 de septiembre, luego de ser entrevistada para televisión. “No podría contestar eso”, dijo la sustituta de Delfina Gómez a la periodista que le cuestionó cómo un niño de segundo de primaria aprenderá matemáticas bajo el nuevo plan de estudios. Por su parte, Gómez pasó con más pena que gloria, poco activa y poco eficiente en el uso de recursos al frente de la Secretaría, y abandonó su cargo para ir por la candidatura al gobierno del Estado de México. Sean peras o manzanas, lo que sigue siendo un hecho es que México se enfrenta a un reto mayúsculo. El país debe vencer el rezago de más de dos años que dejó el confinamiento, sumado al rezago histórico de malas y corruptas administraciones. Mientras que, por otro lado, los encargados de esta materia en el gobierno deben dar seria importancia a la enseñanza de las llamadas habilidades de vida, en las que hoy en día también México está reprobado.
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Estudios internacionales han venido analizando este tipo de destrezas en la educación. En 2015, por ejemplo, el Programa de Evaluación Internacional de Alumnos (conocido como prueba PISA) evaluó la capacidad en solución de problemas en equipo, una actividad que tiene que ver con los life skills en dos dimensiones: una cognitiva —la resolución de problemas—, y dos sociales —colaboración y trabajo en equipo—. Sin embargo, México quedó por debajo de la calificación promedio de los países de la OCDE y en el lugar 45 entre 52 países. Por otro lado, en la edición 2018 de la misma prueba se analizó el bienestar general de las y los estudiantes. De manera específica, aborda el bullying, el cual está estrechamente ligado a los life skills como empatía, la autorregulación y una visión inclusiva y diversa. México apareció como el país donde mayor número de niños y adolescentes sufren de acoso escolar o bullying.
Pequeños intentos
Las habilidades de vida o hasta ahora llamadas habilidades blandas son las destrezas emocionales, sociales y cognitivas que permiten a las personas relacionarse con otras y enfrentar los retos y obstáculos de su entorno. Existen cientos y entre ellas están la empatía, la comunicación, la adaptabilidad y la resolución de conflictos, por ejemplo. Hoy en día, éstas son cada vez más valoradas y buscadas por los empleadores, pues ante el avance de la tecnología y la digitalización, así como entornos cambiantes, volátiles e inciertos, se busca talento balanceado que responda de manera rápida y asertiva a esas transformaciones. Organizaciones como McKinsey y el World Economic Forum enlistan estas habilidades como prioritarias y definitivas para el progreso.
Pese a su relevancia, no han sido parte fundamental de los planes de estudio en el sistema de educación mexicana e, incluso, el término ni siquiera se emplea como tal. Lo más cercano al concepto de habilidades blandas es la educación socioemocional, explica el pedagogo Gaspard Milceus. “En las escuelas no tenemos todavía el término de habilidades blandas. Lo que sí tenemos es educación socioemocional, que se acerca un poco a las habilidades blandas”, menciona.
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Durante la reforma educativa del expresidente Enrique Peña Nieto se hizo un intento al incorporar esta materia a través de talleres desde la educación básica –que inicia con el preescolar— hasta el bachillerato, explica Milceus, también profesor de preparatoria. Se trataba de una materia definida por la SEP como un proceso de aprendizaje a través del cual los niños y adolescentes trabajarían e integrarían en su vida los conceptos, valores, actitudes y habilidades que les permitiera comprender y manejar sus emociones, construir una identidad personal, así como mostrar atención y cuidado hacia los demás.
Durante la pandemia, la SEP intentó dar importancia a la educación socioemocional para enfrentar las secuelas, e incluso se publicaron libros, en colaboración con otras instituciones como el ISSSTE, con diversos materiales para abordar en clases. Según el currículum del pasado ciclo escolar (2021-2022), se debía destinar media hora a la educación socioemocional en nivel primaria y una hora en secundaria a la semana. Pero de acuerdo con madres de familia consultadas por Dalia Empower, durante la pandemia no siempre se siguió este horario. “Decía el maestro: ‘es que se nos pasó y ya estuvimos haciendo otras actividades, y estas materias ya no las hicimos’. A lo mucho, hicieron como dos o tres trabajos de esas materias [durante el año]”, señala Silvia Susana, mamá de Yadir.
Adriana Ramírez, maestra de primaria durante 33 años en el Estado de México, explica que durante el confinamiento por COVID-19, las autoridades educativas pidieron al profesorado dar prioridad a la enseñanza de matemáticas, español y a la educación socioemocional. Para esta última asignatura, el gobierno estatal les proporcionó cursos y material, vía electrónica, para trabajar ejercicios con los alumnos, sobre todo la resiliencia, ante el contexto de las crisis y los duelos que vivían. “Ayudarles a entender sus cuatro emociones, que eran la alegría, el miedo, el enojo y la tristeza”, dice la profesora Ramírez. Sobre la enseñanza de habilidades blandas como la empatía y el trabajo en equipo, explica que ésta se impartía desde antes de la pandemia en el programa de Formación Cívica y Ética. “Les enseñamos a los niños, primero, a identificar sus derechos y obligaciones, y después viene también el conocimiento de los que son todos sus valores universales, y ellos saben que les van a ayudar para trabajar en colectivo, de manera individual y como parte de la paz misma”, dice.
El nuevo modelo educativo
Recientemente la SEP anunció la implementación de un nuevo plan de estudios para los alumnos de educación básica, el cual se organiza en siete ejes que conectan los contenidos de diferentes disciplinas con la realidad: pensamiento crítico, interculturalidad, igualdad de género, inclusión, vida saludable, apropiación de las culturas a través de la lectura y la escritura, y artes y experiencias estéticas.
No obstante, un análisis del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco) encontró que la falta de claridad en los contenidos prioritarios y los retos que tendrá el personal directivo y docente de cada escuela podrían profundizar las brechas de desigualdad que hay en el país. Además, el nuevo plan de estudios carece de acciones concretas o un procedimiento que permita a las y los maestros aplicar los cambios en el aula. “El programa no está aterrizado, no se ve una relación muy clara entre ese documento y cómo se darían las clases dentro del nuevo modelo educativo”, afirma Fátima Masse, directora de Sociedad Incluyente del Imco, en entrevista con Dalia Empower.
“Además de que esas propuestas de transformación del sistema no van acompañadas de un sustento de evidencia que muestre que estos cambios van a atender realmente los problemas de fondo. En específico, cuando hablamos de problemas de fondo, me refiero al abandono escolar, que se ha profundizado ante la pandemia”, agrega para Dalia, el proyecto de educación continua que ayuda a las mujeres a alcanzar sus metas profesionales y personales a través justamente del aprendizaje de life skills.
Masse también menciona que en el plan de estudios no se habla de cuáles son los criterios fundamentales más allá de los saberes. “Eso es una gran confusión porque, por un lado, nos están diciendo en este nuevo plan de estudios que no va a haber materias, porque el conocimiento está integrado, cosa que coincido, porque nosotros en la vida adulta tenemos un problema práctico y mucha veces requiere conocimientos o habilidades que desarrollaste en diferentes materias, no está fragmentado; el problema es cómo haces que hoy realmente se desarrollen esos conocimientos a impartir por materias”, explica. “Por un lado, nos dicen que se tienen que dar conocimientos integrados, pero por otro lado, oímos a la nueva secretaria decir: sí va a haber materias, nada más que no como eran antes, eso genera una confusión enorme sobre qué significa esto”, dice.
Sobre la enseñanza de las habilidades blandas, la integrante del Imco explica que no se deberían de llamar blandas porque parece que pasan a segundo plano y, probablemente hoy, son lo más importante. “Una de las cosas que yo creo que vale la pena decir, es que la SEP, incluso dentro de sus planes el año pasado, ha dicho que las habilidades socioemocionales son básicas y es una de las líneas prioritarias para desarrollar en este entorno. Sin embargo, lo que falta son los cómos".
“No vemos un programa especialmente enfocado para el desarrollo de habilidades socioemocionales. Algo que también es necesario decir que para poder enfocar el desarrollo de estas habilidades blandas, mucho tiene que venir incluso de los propios docentes y su desarrollo emocional, y tampoco veo más allá de los programas de formación continua, que se le dé gran prioridad”, agrega Masse.
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Aprender en la infancia y… toda la vida
El aprendizaje de las habilidades de vida debe iniciar en la infancia y nunca debería terminar, dada su naturaleza y potencial para el desarrollo humano, de acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y con la directora general de Educación Superior Universitaria e Intercultural de la SEP. “Tú no puedes decir: ‘solamente en educación superior’. A ver, no vamos a tener abogados éticos, abogados que no mientan, si desde primaria no les enseñamos que la honestidad es un elemento importante, y que debemos de decir la verdad […]; ese tipo de elementos se viven, se reconocen y se aprenden a lo largo de la vida”, advierte Carmen Rodríguez.
Además, el desarrollo de estas habilidades no se da de un día para otro, afirma Laura Manzo, Chief Content Officer en Dalia Empower. “El aprendizaje de la comunicación, la negociación, la empatía, es de años, se va perfeccionando. En la adolescencia, por ejemplo, estos recursos son fundamentales porque es una etapa de la vida compleja que los requiere”, agrega. “En la medida que esto se ponga en el centro de la agenda educativa, también podremos tener un mucho mejor desarrollo de las y los estudiantes, pero hoy todavía sigue siendo un pendiente”, complementa Fátima Masse, del Imco.
La Unicef, en su documento Importancia del Desarrollo de Habilidades Transferibles en América Latina y el Caribe afirma que, “puesto que durante los tres primeros años de vida se desarrollan las capacidades cognitivas, motrices, emocionales, lingüísticas y sociales, una educación integral y de calidad en esta primera etapa es decisiva para que las niñas y los niños puedan alcanzar su máximo potencial”.
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La relevancia de las habilidades blandas queda todavía más clara con la conceptualización y categorización que de ellas hace esta organización. Las divide en tres tipos: cognitivas, emocionales y sociales, y las coloca al centro del aprendizaje general pues, explica, son las que permiten desarrollar, conectar y reforzar los otros tres grupos de competencias: las fundamentales —lectura, escritura y matemáticas—; las vocacionales y técnicas para el trabajo, y las digitales. Es decir, sin los life skills es más difícil aprender. Unicef señala que los principales desafíos educativos en América Latina y el Caribe se relacionan no solo con bajos niveles de aprendizaje de las habilidades fundamentales, sino con la falta de priorización en el desarrollo de las blandas.
Un gran beneficio o un altísimo y regresivo costo
Bajo la premisa de que los ecosistemas de aprendizaje y empleo están construidos actualmente para un mundo laboral que ya no es una realidad, el reporte Upskilling for Shared Prosperity de PwC y el Foro Económico Mundial urge la necesidad de establecer un nuevo sistema. El reporte es un llamado a la acción para cerrar la brecha ya existente en la que empleadores urgidos de innovación no encuentran empleados aptos para la realidad de la era digital. De llevarse a cabo, el objetivo se alcanzaría para 2030 y el impacto sobre el Producto Interno Bruto mundial sería de un aumento de más de 6.5 billones de dólares, además de la creación neta de 5.3 millones de nuevos puestos de trabajo.
Quedan menos de ocho años, y hay países como México, que están en pañales. Es imprescindible, se determina en el reporte, establecer una estrategia de upskilling para mejorar las habilidades de los ciudadanos y concretar esos beneficios. Pero además del dato económico, el upskilling tiene un impacto humano y social. En lo que toca a los life skills, su desarrollo implica mejores relaciones personales y, por ende, mayor calidad de vida.
Por otra parte, McKinsey Global Institute ha hallado la relación directa que existe entre varios de ellos con una mayor empleabilidad, un mayor ingreso y una mayor satisfacción laboral. En suma, mayor prosperidad. El reporte de PwC y el Foro Económico Mundial puntualiza que, cuando las personas mejoran sus habilidades, aumenta su bienestar e incrementan sus posibilidades de alcanzar su máximo potencial y de participar plenamente en la sociedad.
Los países que no se suban a la acción en el entendimiento que diferentes habilidades son la moneda de cambio en el presente y el futuro, dejarán a millones de personas atrás, y mucho menos capaces de alcanzar estabilidad y bienestar en sus vidas. Simplemente, ya no hay tiempo que perder.
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