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CIUDAD DE MÉXICO. Desde muy pequeña, la colombiana Vanessa Córdoba supo que quería ser deportista profesional aunque aún no tenía claro en qué deporte; no obstante, también tenía un segundo sueño: ser entrenadora de delfines, cuenta entre risas.

Vanessa, de 26 años de edad, es portera de los Gallos de Querétaro y la segunda extranjera en ser contratada en la Liga Femenil MX, pero la primera en debutar. Todos los reflectores estuvieron sobre ella tras el fuerte debate que surgió hace varios meses sobre la contratación de jugadoras de otras nacionalidades, pues algunos actores de esta industria deportiva argumentaban que aún no era el momento de implementar esa estrategia y que en su lugar, se debía profesionalizar primero el soccer femenil con futbolistas nacionales y dignificar sus salarios.

De niña, el futbol estaba lejos de ser su primera opción, pero una lesión en el voleibol de playa la llevó a esa cancha y desde entonces la ha convertido en la trinchera desde la cual libra una revolución por la igualdad de género.

“Cuando miro a las gradas y veo una niña digo: 'Cuando mi papá estaba jugando, yo nunca me cuestioné porque no había una mujer haciendo lo que él hacía. Y hoy le puedo mostrar a esa niña que esta es una opción también para ella. Todo este cambio social, el impacto social que tiene el futbol, es lo que lo que me mueve”, dice en entrevista a Dalia Empower.

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El padre de Vanessa es Óscar Córdoba, ex arquero de la Selección de Colombia, hoy retirado. Jugó en clubes como Boca, América de Cali y Millonarios. En la actualidad es comentarista deportivo. La fama de su papá le ha jugado a favor y en contra, pues por un lado le ha abierto puertas y por otro es un motivo por el que la comparan constantemente con él así como los logros que obtiene. Por esa razón, rechazaba la idea de formar parte de esta industria, pero lo cierto es que, luego de pasar por el voleibol y voleibol de playa profesionalmente, comenzó a practicar el soccer como un hobby junto a hombres.

Cuando estudiaba Comunicación Social en Estados Unidos pasó a jugarlo de manera profesional y allí se quedó. Luego regresó a su país e ingresó al equipo colombiano Independiente Santa Fe; se mudó a España con Albacete y regresó una vez más a Colombia para jugar en La Equidad. El siguiente paso la llevó a México.

Esa trayectoria le permitió conocer las grandes diferencias que existen en el futbol varonil y en el femenil, la necesidad de mejores salarios y mayor promoción para el juego de las mujeres, así como las múltiples desigualdades dentro y fuera de la cancha. Con ello, abrió camino a su carrera como activista, pero se dio cuenta de que su voz era escuchada en función de qué tan buena jugadora era.

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“Darte cuenta y despertar ante una realidad muy distinta para las mujeres, sobre todo en el futbol, donde todavía somos consideradas ciudadanas de segunda categoría; o sea, creo que todavía no hay un equipo en el mundo donde no sea así, entonces por eso digo que el futbol es mi revolución”, menciona a News+Media, la plataforma de noticias e información de Dalia Empower.

“He tenido la fortuna, y de verdad disfruto mucho, de poder compartir mis ideas en distintos escenarios, como speaker en paneles, con [personas muy destacadas] -hubo uno en que estaba Michelle Bachelet [Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos- o en contextos muy distintos [al del futbol] y es muy particular la manera en que llegas con un balón de futbol y la gente te escucha, aunque no tengas un micrófono”, cuenta.

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Llegar a México

Adaptarse a un país distinto no ha sido problema -con todo y varias diferencias culturales- para Vanessa, quien ha vivido en Argentina, Italia, Turquía, España y Estados Unidos. Más bien los retos que ha debido afrontar en territorio mexicano son de otra naturaleza.

Su llegada a México estuvo enmarcada por una gran expectativa sobre las nuevas reglas que ahora permite la incorporación de jugadoras extranjeras a la Liga Femenil MX. “Soy la segunda extranjera en firmar en la Liga y la primera en debutar. Pero fue una presión terrible el primer partido, hasta que me vomitaba […] sabía el debate que había alrededor del hecho de abrir plazas para extranjeras”, indicó.

Pero no solo enfrentaba una fuerte presión en México. Los ojos de los colombianos también estaban sobre ella, pues ella junto con otras jugadoras habían presentado un proyecto su país para crear una liga de futbol femenil. En realidad ya existe una, pero muy pequeña y bajo condiciones más difíciles de las que vive la liga mexicana.

Otro reto ha sido el machismo en México, que señala, no es exclusivo de este país, pero sí muy fuerte. Sin embargo, las integrantes de Gallos de Querétaro hacen frente a ese machismo en equipo, bromea, y explica un poco más seria, que las jugadoras han tomado la batuta al hacer una labor educativa y de diálogo con sus entrenadores y preparadores físicos hombres, a quienes, de pronto, no les es fácil escuchar o hablar de temas cotidianos como la menstruación.

“Quizá algunos hombres mexicanos que me rodean [son machistas], pero siempre he dicho que lo bonito de poder generar un cambio, es que ambas partes están dispuestas a respetarse y hablar en el proceso. Entonces, ha sido muy muy bonito también por ese lado; ellos están abiertos”, afirmó.

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