El día que las mujeres tomaron la Ciudad de México

Miles de mujeres salieron a pintar de morado las calles de la CDMX. Caminaron, se abrazaron y gritaron, exigiendo acciones concretas que frenen la violencia de género.

Foto: Shutterstock
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CIUDAD DE MÉXICO. ¡No se va a caer, lo vamos a tirar! Se escucha al entrar a un Zócalo de la Ciudad de México repleto de mujeres. Mujeres que lloran, se abrazan, caminan y gritan juntas con toda la furia que provocan 10 feminicidios diarios en el país.

Si de algo están conscientes las mujeres que marcharon -80,000 según estimaciones del Gobierno de la CDMX y más de 105,000 de acuerdo con cálculos de periodistas en Twitter-, es que no están todas. Falta Fátima, no está Jennifer, ni Abril, ni Ingrid, ni miles que murieron solo por el hecho de ser mujeres, muchas de ellas en total impunidad ante un Estado que ha mostrado indolencia.

Pero las que faltan, las que ya no están, llenan de rabia y de fuerza a todas las que siguen presentes; a todas las que vestidas de morado y verde exigen en las calles de la capital del país que no haya ni una muerta más.

La casa segura

Son las 12:30 horas del 8 de marzo. Un grupo de amigas, conocidas y desconocidas nos reunimos en una casa ubicada en Bucareli, cerca del mítico Café La Habana.

¿La razón? Cuidarnos. Tener un lugar al que llegar si las cosas se ponen feas afuera, durante la marcha que irá del Monumento a la Revolución al Zócalo de la capital. Desde hace días hay rumores de que hombres atacarán con ácido a las manifestantes. También hay miedo a la policía, a la represión.

Es doloroso saber que tenemos que cuidarnos entre nosotras porque los gobiernos de todos los colores nunca lo han hecho, pero también es hermoso saber que no estás sola, que tienes tribu, que ellas van a poner el cuerpo y van a incendiar todo por ti.

Salimos todas juntas a las 14:00 horas, dispuestas a cuidarnos y a regresar con bien. A exigir, a gritar y a arrebatar lo que nos toca. Las calles hoy son nuestras.

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¡Fuimos todas!

Las jacarandas moradas decoran el centro de la capital y la vuelven el escenario perfecto para la marea morada de mujeres que codo a codo exigen acciones. Palabras ya no. Acciones concretas, medibles y que se traduzcan en el cumplimientos de la exigencia principal: ni una muerta más.

Hay grupos de mujeres que realizan pintas y tiran las vallas que protegen a edificios, pero no están solas. Mientras rayan paredes y patean trozos de metal, se escucha claro y fuerte: ¡Fuimos todas!

Con este grito, las manifestantes buscan dejar algo claro tanto al gobierno como a los medios de comunicación: nunca más una pared va a valer más que la vida de una mujer. Ellas, las encapuchadas, tienen el respaldo casi unánime de la marcha.

En más de una ocasión han intentado deslegitimar al movimiento feminista, especialmente las acciones más beligerantes que han ocurrido durante manifestaciones.

Andrés Manuel López Obrador, presidente de la República, sugirió que había intereses conservadores detrás del movimiento. En meses pasados, ante la furia de las mujeres, el Gobierno de la CDMX hizo lo propio al calificar como provocaciones algunas acciones de protesta.

Por eso, el 'fuimos todas', se siente como un mensaje claro a los gobiernos federal y local. Ellas tienen respaldo, la furia es legítima y una pared se limpia, pero una muerta ya nunca vuelve.

Y en ese contexto, parece que son comercios y edificios -paredes-, lo que protegen las 2,760 mujeres policías del grupo Atenea, asignadas por la Secretaía de Seguridad Ciudadana de la CDMX para resguardar la marcha.

La Revolución será feminista o no será…

Se acerca un contingente de estudiantes. Son niñas y adolescentes que gritan con fuerza que América Latina será toda feminista.

A su lado marchan sus madres, primas, tías y abuelas. Varias generaciones caminan por la capital ondeando banderas, levantando pancartas y gritando consignas.

Las jóvenes van hasta adelante con una mirada feroz; se comerán al mundo. Lo saben. Para ellas ya ni siquiera existe la duda. Se va a caer (el sistema patriarcal), lo van a tirar. Pero no lo harán solas. A su corta edad entienden que las más grandes y las que vendrán después también lucharán hasta lograrlo. Todas juntas.

Entre las manifestantes se escuchan historias de terror, violaciones, acosos, violencia en la pareja, en el trabajo. Se escuchan, porque las mujeres ya no están dispuestas a callar nunca más. El silencio se rompió.

Sororidad y amor

Son las 19:00 horas cuando regresamos a la casa segura. Ahí nos volvemos a reunir para comer pizza y cambiar impresiones.

Regresamos todas y regresamos bien, hubo algunos incidentes durante la marcha, pero todas logramos sortearlas sin mayores consecuencias. Sabemos que no a todas les fue igual. Hubo algunas lesionadas y en ellas pienso en los momentos de silencio: que estén bien, que no sea grave, que vuelvan pronto a casa.

La sororidad y el amor inundan nuestros corazones casi con tanta fuerza como la rabia y el hartazgo de un país que desde siempre nos violenta de manera sistemática.

Ni siquiera tenemos que decirnos nada. Nos abrazamos, nos acompañamos, nos ofrecemos comida y descanso porque fue una jornada larga y estamos agotadas.

Esta vez resultamos ilesas, pero mañana es otro día para una nueva pelea por regresar vivas, sin ser acosadas o violadas. Por regresar a casa. La lucha tiene que seguir.

Lo que hoy ha dejado en claro la marcha y ese Zócalo repleto de mujeres vestidas de morado y verde, que alzan la voz con consignas revolucionarias y reivindicadoras, es que el cambio que viene será liderado por mujeres y ya no hay marcha atrás.

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