¿Cuál es el origen de las violencias contra las mujeres? Es una trampa compleja

Los casos han aumentado en los últimos años en México, pero la crudeza también. Expertas abordan diversos factores.

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Foto: Shutterstock

CIUDAD DE MÉXICO. Luz Raquel Padilla fue quemada viva. Margarita Ceceña fue quemada viva. Debhani Escobar desapareció y fue localizada asesinada en una cisterna. Cientos de mujeres son quemadas, asfixiadas, desaparecidas. Las violencias contra ellas se recrudecen cada día más. ¿Por qué? ¿Qué está sucediendo en México?

Expertas en el tema mencionan a Dalia Empower que no existen explicaciones sencillas. Se trata de una situación compleja en la cual, múltiples factores han llevado a que la violencia contra las mujeres sea una constante y haya aumentado en los últimos años. Educación, sistema de justicias, decisiones de los gobernantes y mucho otros componentes están entretejidos.

Las expertas aseguran que la violencia de género es muy difícil de resolver porque es estructural y sistémica, es decir, permea todos los sistemas y estructuras que existen en las instituciones, incluidas las de gobierno y la sociedad.

“Es un sistema económico, jurídico, de educación, de acceso a la justicia; es estructural, donde principalmente el Estado y los gobiernos son los protagonistas, y sistemática, porque esto va en aumento. Esto está relacionado con espacios públicos y privados [...] la violencia no se puede ver aislada de este problema estructural y sistémico, y en esa base está el sistema de desigualdad, de poder y, por supuesto, este sistema. Son todo el conjunto de factores que llevan a que las mujeres no sean reconocidas como sujetas de derecho”, señala Wendy Figueroa, directora de la Red Nacional de Refugios, en entrevista para la Dalia Empower., el proyecto de eduación continua que ayuda a las mujeres a lograr sus metas profesionales y personales a través del aprendizaje de life skills, es decir, las llamadas habilidades blandas.

En lo que va de 2022 se han presentado 479 feminicidios y mil 398 homicidios dolosos de mujeres, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. En promedio, 10 mujeres son asesinadas cada día. Esto es el doble en comparación con 2015; ese año se registraron en promedio cinco mujeres asesinadas al día. Y de acuerdo con el Secretariado hubo 412 feminicidios y mil 734 homicidios dolosos.

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Esos incrementos se notan fácilmente en materia de feminicidio. Desde 2015 la tendencia ha sido a la alza. Y este 2022, tan solo en el primer semestre, el dato de 479 feminicidios ya rebasó a todos los registrados en 2015.

  • 412 en 2015
  • 607 en 2016
  • 742 en 2017
  • 898 en 2018
  • 946 en 2019
  • 949 en 2020
  • 978 en 2021

Estos incrementos se deben por un lado a que se están presentando mayor cantidad de casos y, por otro, a que las mujeres han denunciado más, aunque esto a su vez pone a las mujeres en mayor riesgo, comenta Figueroa. Por otra parte, no solo han aumentado las cifras duras, también la crudeza con la que se cometen los delitos.

“Podríamos pensar que hay más mujeres que hacen la denuncia, se acercan y hablan; pero esto es un poco complejo: poder identificar que es porque las mujeres están visibilizando más las violencias. Porque sabemos que quienes han llegado a visibilizarlas, como el caso que retomabas, como el caso de Luz, lamentablemente están asesinadas; quienes alzaron la voz, quienes fueron, quienes denunciaron. Las autoridades son omisas, fueron cómplices”, indica.

La triste aplicación de la ley

Las expertas coinciden en que la falta de acciones en materia de procuración de justicia es una de las razones por las cuales se presenta la violencia contra las mujeres.

Figueroa indica que la violencia contra las mujeres es el único delito donde las víctimas deben probar haberlo sido para que se acredite y se pueda investigar. No sucede lo mismo con otras cuestiones como los robos, asegura. En una denuncia por violencia familiar se deben presentar las pruebas, mientras que feminicidios suelen ser descartados y se tipifican como otro tipo de asesinatos.

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María de la Luz Estrada, del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, dijo que existen altas cifras de impunidad e inclusive de criminalización de las propias víctimas, y eso impide detener a las personas agresoras.

“La impunidad, la actitud de la autoridad que hace que por acción u omisión los casos se sigan reproduciendo y un ejemplo es el caso de Jalisco: Luz [Raquel Padilla]. ¿Qué fue lo primero? Calificarla a ella. La autoridad está en un proceso de investigación y ya ahorita la autoridad dice: 'Ella se mató'. Y si revisas toda la criminalización y vas y dices: ‘Son unas mentirosas’. Todo eso favorece que los criminales, ya sean sus parejas, ya sea de la propia delincuencia, de los propios abusadores, que a las mujeres nos vean como objetos y, además, desechables para un Estado que no garantiza y no protege”, declara en entrevista para Dalia Empower.

“Las fiscalías siguen siendo un gran desafío. No investigan. No investigan y esos han sido los cuestionamientos que tenemos, porque las alertas les han obligado a modificar tipos penales, a tener manuales, protocolos, y no los aplican. Entonces a ti no te sirve que presumas mecanismos, leyes de primera, si no se aplica”, señala.

En consecuencia, muchas mujeres no piden ayuda cuando tienen algún problema de violencia y permanecen en espacios donde son violentadas y con posibilidad a que la violencia escale.

El 90.6% de las mujeres mayores de 15 años que experimentaron violencia en el último año, no presentaron denuncia ni pidieron ayuda de alguna autoridad, según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2016. Es proporción equivale a 1 millón 511 mil 239 mujeres.

Un 16% de ellas dejaron de hacerlo debido la falta de confianza en las autoridades, pues consideran que se trata de una pérdida de tiempo, o porque desconocían dónde acudir.

Otras mujeres omitieron esas acciones por cuestiones culturales como vergüenza (14.3%); porque pensó que la culparían (11.2%); por miedo o amenazas (19.5%); porque no quería que su familia se enterara (7.9%); porque lo consideró algo sin importancia (34.1%); porque considera que son las costumbres (6.2%).

Figueroa pone más luz en este tema al indicar que muchas de las mujeres que son víctimas de violencias extremas ya habían realizado una denuncia previa, la cual no fue debidamente atendida por las autoridades. De hecho, menciona que 45% de las víctimas de ataques de ácido o feminicidio ya habían pasado por esa situación.

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¿Dónde está la prevención?

La directora de la Red Nacional de Refugios subraya que es imposible tener cifras exactas de la forma en que opera la justicia o de las víctimas porque no hay data fidedigna que muestre el fenómeno y eso osbtaculiza la prevención.

Por ejemplo, sobre las víctimas de feminicidio se desconoce cuántas son mujeres indígenas, cuántas pertenecen a zonas rurales o son de la diversidad sexual. Sin esa data es imposible tomar decisiones asertivas capaces de resolver el problema.

“No sabemos cuántas de esas mujeres asesinadas, víctimas de homicidio, o como lo han dicho indebidamente, de suicidio, son indígenas, son mujeres extranjeras, mujeres lesbianas, mujeres con alguna discapacidad. Ese registro no existe y eso es lo que lleva a tener una complejidad en nuestros datos estadísticos que, además, no tienen una mirada de derechos humanos porque se ven como eso, como numeralias”, aseveró.

Además, en el sistema de prevención se han eliminado algunos programas que sirven para prevenir las violencias o se ha reducido el monto de recursos económicos destinados a esos rubros.

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Otro problema es la reciente desaparición del Instituto de Desarrollo Social (Indesol). Fue eleminado el 31 de diciembre de 2021 por decreto presidencial. Indesol tenía a su cargo el programa Apoyo a las Instancias de Mujeres en las Entidades Federativas (PAIMEF), cuya tarea era financiar las unidades estatales para atender a las mujeres víctimas de violencia y los refugios. El programa se mantuvo, pero el problema es que hasta hoy no se ha determinado cómo seguirá funcionando.

Hasta julio pasado, los refugios (espacios básicos para que las mujeres en riesgo de ser víctimas de feminicidio, puedan tener un lugar seguro) continúan sin recibir los recursos que fueron etiquetados para su funcionamiento y operan por sus propios medios.

“La violencia contra las mujeres es producto de la discriminación en un Estado machista y patriarcal. No puede desligarse de este contexto y, según las condiciones de un país, de su democracia, de su capacidad de prevenirla, depende que aumente o disminuya. Si hoy la violencia contra las mujeres en México está aumentando es porque hay una enorme impunidad y se han desmantelado todos los proyectos de prevención y capacitación”, indicó la periodista feminista y experta en temas de género Sara Lovera López en entrevista para Dalia Empower.

“Es necesario entonces reflexionar sobre un cambio de estrategias de políticas públicas en favor de las mujeres, haciendo prevención adecuada; no como ahora, que se han quitado todos los recursos del PAIMEF y otros”, añadió.

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Una sociedad machista

Una sociedad patriarcal es la que persiste en México y en el mundo. En ella, a los hombres se les da mayor valor y ello es visible en las actividades más básicas como la división del trabajo en el hogar. Pero también se extrapola a las violencias que existen en distintos ámbitos sociales.

Así, cuando una mujer es víctima de la acción de una tercera persona, es cuestionada por la autoridad y por la sociedad: qué estaba haciendo, dónde se encontraba, porque estaba en ese lugar. El resultado de ese cuestionamiento es hacerla responsable, culpable, de la situación en la que se encuentra.

“Son casos como el caso de Debhani. Se le empieza a cuestionar su conducta, si andaba en la noche, qué hacía, eso no pasa en los hombres; o sea, su conducta y su conducta sexual. Sí tenemos que romper esos esquemas, respetando los derechos de las mujeres. Eso tiene que ir a fondo y, a veces, hay grupos que se oponen a un cambio cultural”, menciona Estrada.

Pero no solo aumentan los casos de violencias. La crudeza con la que se cometen estos delitos contra las mujeres también se incrementa. En lo que va de 2022, 47 mujeres han ingresado a instituciones del sector salud federal por haber sido víctimas de quemaduras intencionales. El 51% de ellas se ubican tan solo en cinco estados, de acuerdo con un análisis realizado por el sitio web de noticias Animal Político.

Al respecto, Estrada comenta que aunque hay quienes han señalado que los agresores copian las formas del crimen organizado para replicarlas con sus parejas, en realidad se han presentado desde siempre, pero sí se han estado viendo con más frecuencia en los últimos años.

“No es cierto y yo no coincido con decir que las parejas copian al crimen organizado. La violencia y la saña y, sobre todo, cuando ves esas maneras, que las estrangulan. Por lo regular, las parejas tienden a estrangular. Es una manera de someter a sus propias parejas: estrangulamiento. También nos encontramos casos de envenenamiento”, asevera.

Cambiar esto implica un cambio en la sociedad y de todo el sistema, de manera que haya una alineación sobre el rechazo y la prohibición hacia las violencias, donde no exista ningún tipo de permisividad social ni jurídica.

“Hablar de una educación o una coeducación desde los primeros años de vida en cada uno de los sistemas educativos, sistemas de justicia; donde haya esta educación. Pasamos de la educación, coeducación y formación. Es indispensable, para nombrar, para visibilizar, para promover una cultura de cero tolerancia de cualquier forma de violencia contra las mujeres y las infancias, para promover también una cultura del respeto al consentimiento, el cual no existe. Y eso se da precisamente desde los primeros años de vida en espacios privados”, explica.

“Es un pilar importantísimo, pero no puede estar desarticulada [la educación] de los sistemas de justicia. Y hablar de un sistema de justicia no es solamente del tema de la denuncia, hablar de un sistema de justicia es hablar de una garantía integral que el Estado o los Estados tendrían que proporcionarle a las mujeres y a las infancias desde todas las etapas de su vida para acceder a una vivienda digna, un empleo digno, espacios de recreación, espacios educativos libres de discriminación y desigualdades. Acceder a espacios precisamente autogestivos, laborales y de una estabilidad económica, donde puedan tener una participación política”, detalla.

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Una trampa perfecta

Las causas de las violencias contra las mujeres son múltipes, están interconectadas y, por lo tanto, es imposible estudiar una sin la otra.

Algunos otros factores son señalados en el Diagnóstico Sobre las Causas, Efectos y Expresiones de Violencia Contra las Mujeres en los Hogares de la Microrregión Huasteca Centro del Estado de San Luis Potosí (DICEEVIMH), realizado en 2006 por el Instituto Nacional de Desarrollo Social.

Este documento señala un sistema de factores que se entrelazan y que están siempre en conexión con lo social (moral, religioso y cultural):

  • Factores socioculturales, que se apoyan en la tradición o las diversas tradiciones
  • Factores económicos, que disminuyen las posibilidades de elección de las mujeres para salir de las violencias
  • Factores individuales (de quien vive violencia), como el haberse criado en una familia con maltrato frecuente o persistente, el haber sufrido abuso y violencia desde la infancia, resiliencia, más facilidad para enfrentar
  • Factores familiares, como el tipo de familia y la dinámica existente
  • Factores comunitarios, que indican que cuando la mujer tiene poder o reconocimiento en su comunidad, el maltrato y la violencia son infrecuentes.
  • Factores de contexto social, como cambio de mentalidad en cuanto a la equidad de género, que parecen tener una destacada fuerza de convicción, ya que actúan como provocadores o desencadenantes de la violencia familiar o, por el contrario, como freno y reeducación de las relaciones de pareja
  • Cambio de discurso público, lo que lleva a buscar el apoyo de este sector en cualquier intervención social que se procure
  • Factor mercado laboral, que sigue reproduciendo esquemas de inferioridad y de trabajo femenino que generan la feminización de la pobreza. Esto se suma a las malas condiciones para salir de los círculos de violencia doméstica y de aislamiento económico y dependencia de las mujeres en general

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