Liderazgo

La gratitud como el camino de resiliencia para las mujeres

Aunque nos quieran insatisfechas, la gratitud es una forma de resistencia que abre espacio para la resiliencia y la fuerza compartida.

Practicar la gratitud reduce el estrés, mejora la salud emocional y física de las mujeres.

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Ana Alicia Osorio

9 de octubre de 2025

La gratitud como el camino de resiliencia para las mujeres

El mundo parece decirnos que nunca es suficiente, que nunca trabajamos bastante o nunca lo alcanzamos todo. Frente a ese mandato de insatisfacción, la gratitud aparece como un acto inesperado para reconocer lo que hemos sostenido, lo que hemos logrado y las redes que nos acompañan. Agradecer, en sí misma, una forma de resistencia en búsqueda de nuestro propio bienestar.

“Cuando hablamos de gratitud, nos referimos a una emoción que puede ser muy poderosa, puede desempeñar un papel fundamental en los cambios y en el bienestar de las personas y particularmente en el caso de las mujeres en esta resistencia y promoción de un cambio, de una transformación”, explica la psicóloga feminista Lorena Redondo.

No se trata de un gesto de cortesía ni simple “gracias”. Es una práctica que nos invita a mirar lo que hemos sostenido y logrado, como el día que logramos poner un límite aunque incomodara, la red que nos sostuvo cuando atravesamos violencia o enfermedad, la fuerza con la que seguimos cuidando, o simplemente detenernos a reconocer que llegar hasta aquí ya es un logro.

La psicoterapeuta aseguró que esta práctica ayuda a generar resiliencia y a encontrar alivio incluso en medio de la adversidad al reconocer que hay recursos, vínculos y logros que nos sostienen.

La investigación respalda esta visión. Un artículo publicado en PubMed Central encontró que las intervenciones de gratitud están asociadas con reducciones de 7.7% en ansiedad y 6.9% en depresión, además de mejoras en la satisfacción con la vida y la salud mental general.

El impacto no se limita al plano emocional. Un estudio de la Universidad de Harvard con más de 49 mil mujeres mayores reveló que quienes reportaban altos niveles tenían un 9% menor riesgo de mortalidad que aquellas con niveles bajos.

“La gratitud puede ayudar a disminuir los niveles de ansiedad, de preocupación, proporciona un refugio emocional en un mundo que a menudo está resaltando lo negativo o cuando estamos en situaciones que pareciera que nos avasallan”, aseguró Redondo.

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La gratitud como resiliencia y gesto político

El patriarcado nos ha convencido de que nada alcanza, que los logros de las mujeres son pequeños, que nuestro esfuerzo es invisible, que siempre debemos dar más, sostuvo Redondo.

Y la desigualdad no es una percepción, la vivimos en la sobrecarga de cuidados, en la brecha salarial, en la violencia que atraviesa cada espacio. En ese escenario, agradecer deja de ser un simple ejercicio emocional y se convierte en un gesto político y una forma de resistencia a la narrativa que nos quiere insatisfechas y agotadas.

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“Desde que nacemos (las mujeres) nos estamos enfrentando a estas narrativas, a esta creencia y a esta presión cultural, social que nos está diciendo que por ser mujer no puedo. A un sistema, una vida estructural que nos pone obstáculos para desarrollarnos académicamente, para lograr la autonomía económica, para construir relaciones sanas de pareja o sociales, etcétera”, afirmó Lorena Redondo.

En este sentido, dijo, agradecer no es un acto íntimo aislado, es una práctica de resistencia que nos recuerda que lo que hemos hecho ya es valioso. Es una forma de construir resiliencia.

Lo que sí y no es gratitud

Hablar de gratitud no significa forzarnos a ver el mundo color de rosa ni repetir frases hechas como “todo pasa por algo”. Esa versión edulcorada, cercana al positivismo tóxico, lo único que logra es negar el dolor y volver invisibles las desigualdades que enfrentamos.

Por el contrario, sostuvo la psicóloga, reconoce las dificultades y permite nombrar lo que hemos logrado en medio de ellas, por lo que visibiliza la fuerza con la que hemos resistido y los apoyos que nos han sostenido.

“Pensar siempre que todo lo que te va a pasar es bueno, es lo que tú deseas, es sano, eso no es real porque la vida ya de por sí implica adversidades, retos, enfermedades, situaciones que resolver (...) las personas necesitamos aprender a reconocer, a agradecer mis logros, mis cualidades, mi red de apoyo, mis capacidades pero sin dejar de atender las adversidades, los retos que quedan pendientes”, expresó.

Agradecer tampoco está reservado para los grandes hitos o tener la vida resuelta. La psicóloga afirmó que también significa reconocer las pequeñas resistencias o situaciones de la vida diaria. Son gestos que muchas veces pasan inadvertidos, pero que constituyen victorias reales y sostienen nuestra resiliencia cotidiana.

Lejos de ser un placebo, las investigaciones de Pubmed Central muestran que esta práctica, sostenida en el tiempo, se asocia con mayor satisfacción con la vida (hasta 6.8% más en comparación con los grupos de control) y con mejor salud mental general (5.8% más).

Práctica individual y colectiva

Agradecer no se limita al terreno íntimo, contó Redondo, pues cuando se practica en colectivo, se convierte en una fuerza expansiva que fortalece redes, alimenta la solidaridad y crea comunidad.

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“Cuando yo agradezco y reconozco a otras mujeres, fortalezco las conexiones interpersonales y construyo estas redes de apoyo entre mujeres que son esenciales en la lucha por la igualdad de género (...) al contar con esta red de apoyo donde se le reconoce, donde se le agradece donde ella también agradece y reconoce a las demás, pues precisamente favorece”, comentó.

La gratitud no requiere de grandes escenarios sino que puede hacerse a través de gestos sencillos que, sostenidos en el tiempo, generan un impacto real. Escribir en un diario, participar en un círculo, crear pequeños rituales personales o compartir palabras de reconocimiento con otras mujeres, son prácticas que ayudan a transformar la forma en la que nos relacionamos con nosotras mismas y con las demás.

También es una cuestión de narrativa cotidiana, sostuvo Redondo, cómo me hablo a mí misma, qué historias cuento sobre lo que he logrado y cómo reconozco a otras mujeres.

Agradecer es celebrar que hemos llegado hasta aquí, reconocer la fuerza que nos sostiene y la comunidad que nos acompaña. Es un gesto que nos recuerda que lo que hacemos importa y que, paso a paso, seguimos creando posibilidades para nosotras y para las que vienen.

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