CIUDAD DE MÉXICO. Un duelo no resuelto ante alguna pérdida puede parecer un tema del ámbito personal, pero también tiene un costo para las empresas y, al menos en Estados Unidos, asciende a 75,000 millones de dólares anuales en pérdidas para las organizaciones, sin dejar de mencionar algo que no se puede cuantificar: el sufrimiento y dolor humanos, así como la pérdida de capacidad y liderazgo que experimentan las personas.

A nueve meses desde que se registró el primer caso de COVID-19 en el mundo, este tema resulta transcendental por su impacto.

Millones de personas a nivel global están experimentando pérdidas más allá incluso de la salud o la muerte de algún ser querido. Se han perdido también empleos, empresas, dinero, relaciones familiares, diversión, libertad, bodas, graduaciones y un largo etcétera.

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Por si fuera poco, la posibilidad de vivir el duelo de manera óptima también se ha perdido ante la urgencia de la crisis sanitaria, su derivada crisis económica y la necesidad apremiante de mantener las actividades.

Sin embargo, existe una ruta para transformar el duelo no resuelto en una fuente de creatividad e inspiración, de acuerdo con un artículo publicado por el sitio web de la firma de consultoría McKinsey & Company.

Duelo invisible

Es muy común que síntomas de un duelo inconcluso pasen desapercibidos o no se discutan dentro de una organización, de acuerdo con el texto de Mckinsey.

Las compañías no están preparadas para manejar una situación de esa naturaleza, señalan los autores, Charles Dhanaraj, presidente del Departamento de Administración en el Daniels College of Business de la Universidad de Denver, y George Kohlrieser, psicólogo clínico y organizacional, y director del programa de liderazgo de alto rendimiento del Instituto Internacional para el Desarrollo de la Gestión (IMD).

Cuando las empresas piensan en el duelo, se limitan a pensar en la muerte. Pero existen muchas fuentes de pérdida. Un estudio reciente de exbanqueros de Lehman Brothers encontró que tras el colapso de la empresa en 2008, muchos empleados pasaron por todos los sentimientos que asociamos con el dolor.

Lo cierto es que el duelo no resuelto genera una falta de disponibilidad emocional en líderes y colaboradores, que los orilla a vivir por debajo de su capacidad. Por lo tanto, merma su productividad y rendimiento.

“El dolor afecta la forma en que los líderes ven el mundo. Cuando estamos atrapados en el dolor, nuestro enfoque se aleja de la posibilidad y lo positivo y, en cambio, se concentra en la negatividad y los fracasos”, mencionan los autores.

Hacia la aceptación y la reconstrucción

Para Dhanaraj y Kohlrieser, es crucial que los líderes reconozcan que las emociones dolorosas pueden "reformularse como elementos constructivos, positivos y creativos de la vida, ayudando así a los líderes y organizaciones a convertir la pérdida en inspiración".

Y para superar el dolor, explican, el líder deberá atravesar un proceso de tres etapas:

1 Tomar conciencia del problema. La conciencia es el primer paso para resolver cualquier problema. “Hemos descubierto que los ejecutivos con un dolor no resuelto rara vez son capaces de conectar los puntos entre su trauma pasado y su comportamiento actual”, explican los autores. Lograr esa conexión es el objetivo de esta fase.

2 Aceptar el dolor de la pérdida. Requiere un acto de voluntad. "El proceso de aceptar la pérdida significa reexaminar e incluso revivir, algunas de las emociones dolorosas que nuestra mente inconscientemente puede reprimió". Por otra parte, abrirse emocionalmente permite reiniciar el proceso de vinculación con otras personas y a medida que su enfoque se desplaza hacia afuera, su diálogo interno cambia de defensivo a positivo y esto trae calma, claridad, gratitud e incluso alegría.

3 Resignificar la experiencia. Para realmente seguir adelante, la persona debe encontrar una manera de crear un significado personal a partir de la pérdida; descubrir un sentido y un propósito.

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Es claro que resolver el duelo y pasar del dolor a una vida satisfactoria y con propósito es, sin duda, un trabajo personal. No obstante, las organizaciones tienen también un papel importante en esa labor y la sugerencia es llevar a cabo tres acciones:

1 Establecer un clima de apertura. Permitir que los líderes se abran a quienes los rodean. Un líder así, inspira franqueza y señala una disponibilidad y calidez que atrae a los demás. Un clima como ése permitirá que la organización reaccione de manera más positiva y eficaz cuando el dolor llegue.

2 Reconocer el dolor en la organización. Los altos ejecutivos deben generar conversaciones difíciles sobre el dolor en momentos en que hay dolor; incluso ante una reestructuración estratégica o una transición abrupta de liderazgo.

3 Crear rituales organizacionales. Las culturas humanas tienen rituales y ceremonias para que la sociedad y la comunidad puedan ayudar a los dolientes y sus familias. Las culturas organizacionales deben tener sus propios rituales, que pueden enviar señales poderosas de recuperación y transformación.