“Qué preciosas se ven cuatro mujeres hablando”
¿Cómo responder a esta costumbre de referirse a nuestro físico cuando éste no es el tema en cuestión? Laura Manzo, Chief Content Officer de Dalia Empower, nos cuenta una anécdota que le ocurrió hace unos días en la FIL Guadalajara 2022.
“Qué preciosas se ven cuatro mujeres hablando”, dijo un espectador al tomar el micrófono a la hora de las preguntas durante la mesa de debate México, ¿Más o Menos Corrupto que antes?, en la que participábamos Bárbara Anderson, Sofía Ramírez y su servidora, y que moderaba Sandra Romandía. Tres mujeres periodistas y una economista.
Se trataba no de un concurso de belleza, sino de la segunda sesión convocada por el colectivo Opinión 51, durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Sin embargo, el señor se permitió, como buen representante del patriarcado, introducir su comentario con un halago al físico de quienes estábamos en el estrado.
Curioso que, aunque atento a la conversación, el señor no hiciera una reflexión de sus modales, ante una mesa en la que se recordó que la corrupción también es, y que pasa todos los días, el abuso sexual como moneda de cambio.
“En América Latina una de cada cinco mujeres ha sido víctima de corrupción bajo el concepto de extorsión sexual para obtener algún servicio público, entre ellos, el acceso a la justicia, a oportunidades de trabajo, servicios de salud o educación pública”, había expuesto yo, minutos antes. Claramente el comentario que halagaba el físico de las periodistas y la economista no era ni de cerca una extorsión sexual ni de ningún tipo, pero el hombre en cuestión no tenía la menor idea que el esfuerzo del feminismo está enfocado, entre otras cosas, en descosificar a las mujeres y que esto incluye dejar de evaluarlas, en primer sentido, por su belleza.
Una ofensa velada detrás de una adulación. ¿Esto sería mansplaining, por su condescendencia al sorprenderle la ecuación de guapas e informadas? ¿Esto sería exactamente qué cosa? No sé bien cómo llamarle, pero es que esta costumbre de referirse a nuestro físico cuando éste no es el tema en cuestión, nos recuerda que el primer y más importante objetivo que hemos tenido las mujeres al existir ha sido el de complacer, empezando por la vista, a los hombres machos.
¿Cómo responder? Otras veces en estas situaciones ciertamente confusas de ofensas y halagos, para ser honesta, yo he decidido ignorarlas, pero ahora entiendo que me he equivocado. Sobre todo si se trata de un espacio público. Una no quiere parecer grosera o agresiva ante un cumplido, pero entonces estoy perpetuando las costumbres patriarcales, estoy dejando que pasen sobre mí, y eso luego me hace sentir incómoda con la bandera que cargo.
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Era el momento de hacer un paréntesis y responder con otra pregunta. ¿Se imagina Ud. Señor que aquí arriba sentados estuvieran cuatro hombres hablando de la corrupción en nuestro país, y una persona del público se refiriera en primera instancia a lo guapotes que están los ponentes? No, eso no pasa.
Alguna señora del público sí reaccionó a tiempo, y alcanzó a decirle que mejor hablara de nuestra inteligencia. Desde el escenario, la hábil Sofía Ramírez remató reconociendo la superioridad del comentario de la señora, aunque agradeciendo también el piropo. No sé Sofía, hablaré por mí. Este momento solo fue un breve momento de incomodidad, pero no porque nos dijeran guapas, sino por la carga que, el aparentemente amable gesto, trae.
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Cuando una ya está en el camino del feminismo no hay vuelta atrás, y el más mínimo detalle desata en la menta la cadena infinita de datos, realidades y experiencias de inequidades e injusticias contra las mujeres, entendiendo que todas éstas terminan relacionadas entre sí en algún punto, y que más que cadena es una red llamada patriarcado. Entonces una no debe quedarse callada sino accionar a favor. Y si quienes traemos esa red en la mente, en la espalda como experiencia y en la mano como bandera no accionamos, pues nadie más lo hará.
Justo ayer se hizo viral en redes sociales la intervención machista de un periodista en una rueda de prensa con las jefas de Estado, Jacinda Ardern, de Nueva Zelanda, y Sanna Marin, de Finlandia. “Mucha gente se pregunta: ‘¿Se reúnen ustedes porque tienen la misma edad y muchas cosas en común —en política y otros asuntos— o pueden los neozelandeses esperar acuerdos entre nuestros países más adelante?”.
¿Pregunta velada con ofensa? Sí, machismo puro que hoy le da la vuelta al mundo para explicar a todos los que no han entendido nada. “¿Alguien le preguntó a Barack Obama y a John Key si se reunieron porque tenían la misma edad?”, devolvió la neozelandesa. “Que dos mujeres se reúnan no tiene por qué ser simplemente por su género. Sí, nos reunimos porque somos primeras ministras”, agregó.
Así, la FIL Guadalajara 2022 terminó por transcurrir este fin de semana, mientras refleja el empuje del feminismo con el liderazgo de Marisol Schulz, la presencia de figuras como Denise Dresser, Ana María Olabuenaga, Consuelo Sáizar, y el boom de la literatura latinoamericana escrita por mujeres, presentando libros o debatiendo en coloquios como Alma Delia Murillo, Irene Vallejo, Paulina Flores, Nara Vida, Laura Ortiz y la gran Daniela Tarazona, quien recibió este año el premio Sor Juana Inés de la Cruz por su obra Isla Partida, para que poco a poco nos eduquemos y arrebatemos al patriarcado lo que nos corresponde: el suelo parejo.
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