Liderar desde tu verdad: el mito de que solo lo masculino tiene autoridad
Autenticidad no es fragilidad
El sistema capitalista y patriarcal exige a las mujeres adaptarse y perder su esencia para volverse líderes

Hablar más fuerte, usar menos color, evitar llorar o sonreír demasiado, omitir las emociones, disimular la maternidad, neutralizar lo femenino. Muchas mujeres han recorrido un camino profesional lleno de pequeñas renuncias. Pero no es porque así lo hayan deseado sino porque socialmente se les exige para tomar posiciones de liderazgo o ser tomadas en serio.
En el camino de conquistar espacios ya sea como dueña de un emprendimiento, dirigente de una empresa o escaños en la política, a las mujeres se les pide “masculinizarse”, es decir adoptar actitudes que socialmente están vinculados con los hombres y olvidarse de aquellas que se relacionan con el ser mujer.
“¿A qué llamamos masculinización? (…) a formas que se consideran permitidas en estos entornos laborales, o sea, adquirir hábitos que incluye la ropa, pero también incluye actitudes y también incluye la represión de emociones para poder sobrevivir en estos entornos”, dijo la activista, académica y consultora, Mónica Mendoza Madrigal.
“Una cierta forma de comportamiento que es considerado propio de la competencia masculina y aceptado, que es el tema de ponerte el pie, generar esta competencia voraz por los cargos, ser desleales, ser faltos de ética, como como prácticas aceptadas y permitidas en los entornos laborales y políticos propias de lo masculino”, añadió.
Explicó que esto sucede porque históricamente las mujeres pertenecían al espacio privado, es decir el hogar, mientras que los hombres a lo público. Por ello, las actitudes y comportamientos de los hombres se consideraban lo válido y lo necesario para estar en espacios de poder.
Sin embargo, las situaciones han cambiado y la necesidad económica sumada a la búsqueda de derechos han llevado a las mujeres a conquistar espacios, y con ello se comenzaron a enfrentar a la exigencia de “actuar como hombre” arriesgándose a perder su autenticidad y autocuidado en el proceso.
“Reprimir todo aquello que nos caracteriza como mujeres y que no eran ni bien vistas ni socialmente permitidas en los entornos políticos o económicos dominados, en su momento, por mayoría de hombres y donde llorar no estaba permitido, ser emocional, no estaba permitido, ser sensitiva, no estaba permitido. Y otro tipo de prácticas propias de nuestra dinámica sexual, como por ejemplo, embarazarnos, menstruar, lactar, tener menopausia, y todo esto que está asociado con el sexo fuerte de mujer", aseguró.
"Las dinámicas laborales y políticas se convirtieron en hostiles para toda aquella mujer que explicitara o que hiciera manifestaciones cualquiera de estas de estos sentires”, afirmó la consultora.
Anteriormente, dijo, se prohibía a las mujeres en los entornos laborales que se colocaran faldas o cualquier tipo de vestimenta que mostrara el cuerpo. Hoy, eso ha avanzado, sin embargo, muchas acciones persisten.
Así, las mujeres están mandatadas a que deben perder algunas partes de sí mismas para evitar mostrar las emociones o rasgos que comúnmente se relacionan con el ser mujer.
Sin embargo, afirmó Mendoza, muchos de esos rasgos son justamente lo que las convierten en buenas líderes y capaces de entregar buenos resultados. Por ejemplo, ser empáticas, tener un “sexto sentido” o ser “multitask”.
Harvard Business Review señala que la empatía no es opcional en el liderazgo, pues los líderes empáticos fomentan mejor comunicación, confianza y compromiso en sus equipos, pues son competencias clave para impulsar resultados y retener talento. Pese a ello a las mujeres se les exige no ser percibidas como “demasiado emocionales” al mostrar empatía.
Intentar encajar: las consecuencias de las pérdidas
A pesar de los intentos de algunas mujeres y de algunas batallas ganadas, en ocasiones se continúa con esos intentos de encajar en un mundo que tiende a considerar negativas las características asociadas a lo femenino. Eso deja a mujeres agotadas y con una alta cantidad de problemas.
“Generar tanta represión y tanta contención emocional lo que hacía era a nosotras terminarnos agotando a grados superlativo”, indicó Mendoza.
Los datos indican que las mujeres mexicanas presentan niveles más altos de estrés, ansiedad y desgaste emocional que los hombres. El 19.5% de las mujeres muestran síntomas de depresión cuando el promedio de personas adultas es de 15.4% y 23.2% ha tenido ansiedad severa (frente a 15% de los hombres), según la Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado del INEGI 2021.
Uno de los ejemplos, dijo, de la forma en que a las mujeres se les pide “masculinizarse” es dejar de lado el autocuidado.
Cuidar es una acción que se suele relegar a las mujeres, es decir son ellas quienes cuidan a las infancias o las personas adultas mayores. Por ello, en algunos espacios de alto nivel de competitividad y siguiendo los modelos masculinos, cuidar de sí mismas está mal visto.
Ello, advirtió Mendoza ,tiene un alto costo para la salud de las mujeres, quienes poco a poco han ido rompiendo con ese modelo.
“El altísimo, el elevadísimo costo que paga nuestra salud integral, por estar a la altura, el estar en la competencia laboral. O sea, ser competitiva laboralmente te implica por lo pronto comer de la patada, no tener tiempo para hacer ejercicio, no tener tiempo para desconectarse emocionalmente y que puedas tener un descanso reparador”, sentenció la activista Mónica Mendoza.
“Estamos cansadas, enfermas, maldormidas, con un montón de problemas de salud que no podemos ni siquiera resolver”, comentó.
El modelo de liderazgo masculino que es competitivo, lineal e incansable choca con los ciclos vitales de las mujeres, sus momentos de crianza, sus cuerpos. Choca también con el cuidado propio y condena así a una pérdida de bienestar y productividad.
Autenticidad como resistencia
Frente a ese mandato, hay una contrarrespuesta que está emergiendo con más fuerza que es liderar siendo tú misma. Hablar con tu tono de voz, admitir lo que no se sabe, llorar si hace falta, tomar espacios para el cuidado personal.
Esta, dijo Mendoza, es no solo una apuesta política sino también un acto de supervivencia ante un modelo que exige una sola forma de actuar y ve las disidencias como fragilidad.
“Yo, por ejemplo, soy una mujer de 50 años. ¿Por qué cuido mi alimentación? porque no me voy a poder jubilar. Entonces, es mi estrategia de supervivencia, la única posibilidad de que yo pueda estar en edad productiva más años de mi vida es si estoy bien”, señaló.
La masculinización no es un destino inevitable, sino un síntoma de un sistema que no está hecho para las mujeres. Pero algo está cambiando y es que las mujeres ya no quieren pagar el precio de volverse otras para ser escuchadas.
“Una mujer que claudica en su exigencia de derechos es una rival menos para el sistema patriarcal. No podemos darnos ese lujo”, sentenció Mendoza.
Sí, hay barreras estructurales. Hace falta legislación y aplicación de leyes para cuidado, horarios flexibles, acceso a salud emocional y más. Pero también hay poder en lo cotidiano, en cuidar tu alimentación, pedir ayuda, nombrar tus emociones, mostrarse tal cual es y acompañar a otras en el proceso.
Connect with us
Follow Dalia Empower on social media to stay updated with our latest content and events
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional