La psicóloga que desmintió la 'inteligencia superior' de los hombres
Leta Stetter Hollingworth dedicó parte de su vida a desmitificar la superioridad intelectual de los hombres sobre las mujeres.
CIUDAD DE MÉXICO. A principios del siglo XX, una psicóloga llamada Leta Stetter Hollingworth desafió las creencias del momento y dedicó parte de su vida a demostrar científicamente que las mujeres son tan inteligentes como los hombres y que, contrario a lo que se creía, la menstruación no las volvía incapaces de desempeñarse laboralmente.
Stetter nació en Nebraska, Estados Unidos, en 1886. Su madre murió cuando Leta aún era muy joven y su padre, abandonó a la familia dejando a sus tres hijos al cuidado de los abuelos maternos. Años después, regresó por ellos. Pero con ella tuvieron una vida de abuso emocional y alcoholismo por lo que Leta se fue de su casa al terminar la escuela secundaria en 1902.
A los 16 años, se inscribió a la Universidad de Nebraska. En 1906, obtuvo su certificado que la habilitaba en enseñanza. Dos años más tarde, contrajo matrimonio con Harry Hollingworth y se mudó a Nueva York.
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Al llegar a Nueva York, Stetter se dio cuenta que en esa entidad no permitían que las mujeres casadas fueran maestras de escuela. Sin oportunidad para laborar, se inscribió a la Universidad de Columbia, donde obtuvo el título de Maestra en Educación.
Desmintió que la menstruación incapacitará a las mujeres
Ya durante sus estudios de posgrado en la Universidad de Columbia, Stetter Hollingworth comenzó a trabajar en refutar la creencia, incluso validada por los médicos de la época, de que las mujeres no debían tener educación superior o unirse a la fuerza laboral porque la menstruación las volvía muy inestables una semana al mes.
Para hacerlo, realizó pruebas diarias a seis mujeres y dos hombres durante varios meses y encontró que las mujeres se desempeñaron tan bien como los hombres, incluso durante la menstruación.
“Hombres a quienes nunca se les habría ocurrido escribir con autoridad sobre cualquier otro tema sobre el que no poseían un conocimiento confiable o experto” no dudan en hacer afirmaciones no probadas sobre las capacidades intelectuales y físicas de las mujeres durante su periodo, denunció la científica en 1914, de acuerdo con la revista Forbes.
Para ella, la sugestión social y la opinión pública eran dos de las formas en que los hombres ejercían un control social sobre las mujeres.
Leta, además, formó parte de las mujeres que exigían el sufragio femenino y criticó duramente que se negara información sobre control de natalidad a las mujeres.
“La sociedad siempre ha tomado todas las precauciones para cerrar las vías de escape de ellas”, denunció Stetter Hollingworth en un artículo publicado en el American Journal of Sociology en 1916.
Tan inteligentes como los hombres
Sus estudios también se centraron en intentar probar que las mujeres podían ser tan inteligentes como los hombres. En esos años, la creencia era que los hombres tenían una gama más amplia de inteligencia, lo que se traducía en más hombres genios y más hombres tontos. Y se consideraba que las mujeres tenían solo inteligencia media.
Para contradecir esa creencia, Leta estudió pruebas de inteligencia de niños y adultos con discapacidades del desarrollo y analizó las admisiones a la Casa para Defectos Mentales de Nueva York.
Sus hallazgos fueron que los hombres eran admitidos en tasas más altas entre los dos y los 16 años, pero posteriormente la tendencia cambiaba, y las tasas de mujeres eran más altas. Pero que esta diferencia se debía a fuerzas sociales, ya que las mujeres, al no desempeñarse fuera del hogar ni estar en un entorno "competitivo", les tomaba más tiempo percatarse que tenían un problema mental.
"Una mujer con una edad mental de 6 años sobrevive en la sociedad tan bien como un hombre con una edad mental de 10 u 11 años", escribió Hollingworth y con ello estableció que los hombres y las mujeres podían ser igualmente variables en niveles bajos de inteligencia.
Eso significaba que también eran igualmente inteligentes, pero que era la sociedad quien impedía que ellas alcanzaran su máximo potencial.
Su carrera como investigadora continuó durante varios años estudiando a los niños genio. Finalmente, en 1939, murió de cáncer.
Con información de Forbes y Very Well Mind.
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