La lectura: de derecho universal a lujo silencioso frente a las pantallas
La fundadora de Dalia, Gina Diez Barroso, escribe que Ahora el verdadero lujo no está en la tecnología, sino en algo mucho más escaso: el tiempo
El verdadero lujo se ha convertido en nuestra capacidad de desarrollar habilidades cognitivas que ningún celular nos puede dar
Hace varias décadas años, tener una televisión en casa era símbolo de estatus. Muchísimos años después, el lujo fue estrenar el smartphone más reciente o la tablet más ligera. Hoy, aunque sigue siendo una señal de estatus el tener el último Iphone el mismo día de su lanzamiento, lo cierto es que tener un smartphone, más que en lujo se ha convertido en prácticamente una necesidad, una herramienta indispensable para la vida diaria.
Ahora el verdadero lujo no está en la tecnología, sino en algo mucho más escaso: el tiempo. Y es que me llamó mucho la atención un articulo publicado en el New York Times (puedes leerlo aquí), donde la autora explica que los niños de estratos socioeconómicos medio y bajo tienen el riesgo de no tener un desarrollo cognitivo ideal debido al tiempo que pasan frente a las pantallas, y que las personas con un nivel socioeconómico alto le restringen su uso a sus hijos; en cambio, invierten para que se alejen de ellas; los llevan a actividades culturales, deportivas, incentivando la lectura u otros espacios para desarrollarse lejos de las pantallas. El hecho de que Bill Gates o Mark Zuckerberg limiten el tiempo que sus hijos pasan frente a las pantallas, es de pensarse.
Pero seamos honestos: ¿quién tiene ese tiempo y presupuesto todos los días? Es mucho más sencillo entregarles un celular para que se distraigan mientras nosotros resolvemos los pendientes del trabajo o del hogar. No lo digo con juicio —yo misma entiendo que es casi imposible no terminar cediendo—, pero sí con la intención de abrir la reflexión.
Les recomiendo mucho ver el documental The Social Dilemma, que salió en Netflix en 2020; pero que sigue siendo vigente. Ahí explican muy bien cómo es que las pantallas o redes sociales, están diseñadas para mantenernos enganchados el mayor tiempo posible. Nuestro tiempo es el recurso más valioso que poseen.
Y la pregunta es inevitable: ¿qué pasa cuando los niños pasan más horas frente a un celular o una televisión que frente a un libro? No es solo una cuestión de gustos. Hay estudios que muestran cómo este desequilibrio impacta en su capacidad de concentración, en el desarrollo de su lectura profunda y en su bienestar emocional.
Para traerlo a la realidad de nuestro país quiero compartir estas cifras:
- Más del 81 % de la población de 6 años o más usa celular (INEGI).
- El uso de celular en niños de 6 años pasó del 74.9 % en 2019 al 79.2 % recientemente (Periódico Central).
- Más de la mitad de los niños de entre 6 y 11 años ya tienen acceso a internet (El Economista).
Es decir: el debate no es lejano ni ajeno. Está en nuestras casas, todos los días.
Lo curioso es que antes la tecnología era símbolo de modernidad y de estatus. Hoy, las familias con mayores recursos tienden, a darle un uso estricto, en especial al uso de smartphones y tablets. El verdadero privilegio es poder elegir no depender de ellos, el verdadero lujo se ha convertido en nuestra capacidad de desarrollar habilidades cognitivas que ningún celular nos puede dar.
No se trata de prohibir tajantemente el uso de tecnología a los niños, pero sí entender las implicaciones de permitirles pasar tanto tiempo frente a las pantallas. No digo que sea fácil, pero creo que es importante hacer un esfuerzo por crear espacios libres de pantallas en el hogar, fomentar el hábito de la lectura, darle un uso consciente y un propósito al uso de tecnología.
¿Qué podemos hacer, entonces? No se trata de demonizar la tecnología, sino de encontrar balance. Si queremos que las próximas generaciones desarrollen imaginación, pensamiento profundo y la capacidad de sostener la atención, debemos darles algo que compita con las pantallas: silencio, libros, actividades en comunidad, tiempo de calidad.
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