La edad: ¿fuente de sabiduría o motivo de discriminación?
La fundadora de Dalia, Gina Diez Barroso, escribe sobre la edad adulta como una de las principales fuentes de discriminación en el país
, 38% de las personas ha enfrentado discriminación por edad en el trabajo, advierte la empresaria

Hace poco me encontré con un dato que me hizo reflexionar: una de las principales causas de discriminación laboral en México es la edad. De acuerdo con la OCDE, nuestro país ocupa el cuarto lugar entre los 38 países miembro con menor empleo para adultos de entre 45 y 54 años.
Me parece paradójico. Durante siglos, en distintas culturas, la edad avanzada era sinónimo de sabiduría. Se respetaba a quienes habían acumulado experiencias y podían orientar a las nuevas generaciones. Hoy, sin embargo, vivimos en una época donde la tecnología acelera todo y hace más visibles las diferencias entre generaciones.
Según el estudio Tendencias de Talento 2025 de PageGroup, 38% de las personas ha enfrentado discriminación por edad en el trabajo. A mí esto me parece tristísimo. La edad no debería ser una limitante; quizá un reto extra, pero no un impedimento para seguir creciendo profesionalmente. Claro, hay excepciones en las que la salud juega un papel importante porque puede impedir a una persona continuar con sus actividades, pero fuera de esos casos, cerrar oportunidades por la edad es injusto y hasta contraproducente.
Está demostrado que las empresas con políticas de inclusión y diversidad obtienen mejores resultados: mayor productividad, mejor retención de talento, más innovación y creatividad. Entonces, ¿por qué seguimos dejando fuera a la edad de estas políticas? Además, no hay que olvidar que el artículo 123 de la Constitución Mexicana prohíbe explícitamente la discriminación por edad. Aun así, muchas empresas todavía establecen límites en sus procesos de contratación, reduciendo dramáticamente las posibilidades para quienes pasan de los 35 años.
Y si hablamos de mujeres, la realidad es peor. Conozco casos de mujeres extraordinarias que hicieron una pausa en su carrera para dedicarse a la crianza, y que al querer retomar su vida profesional enfrentan muros casi imposibles de derribar.
Desde el punto de vista empresarial, reconocer el valor de contratar personas mayores es también reconocer ventajas como la experiencia laboral, habilidades de liderazgo, estabilidad y relaciones interpersonales sólidas. Sí, pueden existir brechas tecnológicas, pero todo se puede aprender si las organizaciones ofrecen los recursos y herramientas adecuadas.
Al final, la edad tiene dos caras: de un lado está la experiencia; del otro, la innovación. Ambos tienen sus propios retos y fortalezas.
Por eso, me parece urgente abrir esta conversación: ¿Cómo tendemos puentes reales entre generaciones? ¿Cómo construimos una cultura que aproveche la energía transformadora de la juventud sin desestimar el valor de la experiencia?
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