Inspiring Women Q&A: Cristina Massa, abogada y experta en networking

Cristina Massa alza la voz para defender a las mujeres aunque levante cejas y que utiliza sus redes para ayudar y ayudarse.

Foto: Cortesía
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CIUDAD DE MÉXICO. Cristina Massa, abogada y experta en networking, cuenta que cada vez que levanta la voz para tocar un tema de igualdad de género en su despacho, es el momento en que opta por la valentía en vez del confort. Y eso ocurre a diario.

La socia del despacho González Calvillo participó en el episodio 3 de nuestro podcast Dalia Talk, Network like a girl. Y durante la sección Inspiring Woman Q&A hizo varias confesiones.

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¿Cuál fue el día más reciente en que elegiste la valentía en vez del confort?

Diario. En el despacho en el que soy socia, somos 20 socios y solo dos mujeres. Yo fui la primera y ahora en febrero hicimos socia a una segunda mujer. Yo estoy en el Comité de Dirección del despacho.

Cada vez que abro la boca para establecer un tema de igualdad de género, de no discriminación, de necesidad del cambio de políticas del Club de Toby hacia un despacho más incluyente, puedo sentir, incluso si no los estoy viendo, cómo elevan los ojos al cielo y cómo piensan: ya va a empezar ésta con sus cosas de señora. Vaya, lo siento, lo veo, lo vivo.

Y todos los días me pregunto si decirlo o no decirlo, y todos los días decido sí, sí lo voy a decir.

Antes de hacer la política de reincorporación, vamos a pensar en que no solo las mamás tienen que cuidar a sus hijos. No queremos mommy days policies. Los hijos no nacieron de huevo en su infinita mayoría. Entonces, se tiene que ver también cómo se va a involucrar el papá en la crianza. ¿Cómo que solo van a preguntar qué mamás tienen hijos en edad escolar? Esos mismos niños tienen un padre, insisto, la mayoría. No quiero generalizar, pero estoy hablando en el caso mayoritario. Y si lo digo, les va a caer pésimo porque han vivido toda esta vida con sus esposas, haciéndose cargo de sus críos y no les gusta que se les señale lo contrario. Pues ni modo.

La verdad es que en ese tipo de cosas muy seguido siento que estoy teniendo que elegir porque yo me puedo quedar callada porque mi hija ya es un poco más grande y no necesita ciertos cuidados; porque a mí me ayuda mi mamá; porque tengo una serie de cosas resueltas que podría decir: ¿yo pa’ qué me meto? Que las resuelvan quienes tienen hijos chiquitos o las que tienen que cuidar adultos mayores. Pues que lo resuelvan ellas y ¿yo por qué? Pero elijo no hacerlo. Elijo hablar. Lo mismo si tiene que ver con lo que yo creo es un optimismo infundado en materia económica o lo que sea. Levantar la voz y decir: no, yo sí creo que vamos a tener este problema y vamos a enfrentar.

Creo que muy recientemente, ayer.

Cuéntanos un momento en que te hayas sentido vulnerable y qué aprendiste de eso.

Ayer tenía una audiencia muy importante en un caso muy, muy grande de competencia, y la Comisión de Competencia decidió por razones legales y regulatorias que fuera presencial. Yo tengo a mi hija y a mi mamá conmigo. Entonces, ir a una junta en la que iban a estar 50 personas en plena pandemia y pensar: ¿Qué pasa si me pasa algo? O si me contagio yo y tengo a una niña chiquita y a mi mamá. Soy el ingreso principal de mi hogar. Si dejo de trabajar y me enfermo por un periodo prolongado, ¿qué va a pasar? Y todo lo demás.

Fue de esos momentos que piensas: con una carrera tan larga, con tantos años, qué vulnerable es uno cualquier día de la semana.

Ayer también fue un día de enorme vulnerabilidad, pero los peores fueron cuando mi hija estaba más chiquita. El día que no tenía ayuda y estaba enferma o que tenía que viajar, pues sí, tenía yo cerca de mi oficina un parque al que me bajaba a llorar cuando ya no podía hacer nada más que llorar.

Después se puso el despacho de mi más importante competidor en el edificio que da a ese parque y ya no podía bajar a llorar porque me encontraba a mis competidores, que me ven siempre en el pleito y en la abogada ruda.

¿Cuál es tu mayor batalla interna y cómo la libras todos los días?

Tengo muchísimas. Mucha de mi carrera, y más siendo abogada, tiene que ver con conflictos. En este caso de competencia económica, pero es una de estas cosas donde la cabra tira al monte.

Yo de por sí soy una persona que discute mucho, que alega mucho, que pelea mucho por lo que cree y además estoy entrenada para hacerlo y tengo muchos años entrenando en cómo elegir las palabras para hacer un punto o un argumento legal. Eso lo puedo utilizar muchas veces en mis relaciones profesionales, personales y humanas de manera muy agresiva y yo lo sé.

Mucha gente me pregunta que si estoy enojada o qué; si estoy atacando o qué cosa cuando hablo. Y no, solo estoy hablando, hablando de lo que pienso.

Mi batalla constante es mantenerme clara en que tengo que cuidar mis palabras, mi forma de hablar. Ser empática con la situación de los demás. Estar muy consciente que muchas de las cosas que yo puedo resolver es porque tengo las herramientas y muchas de esas herramientas me cayeron del cielo o las he trabajado y me las he ganado. Pero muchas me cayeron del cielo.

Mantener todo el tiempo esa conciencia al regir mis interacciones es mi batalla más constante.

¿Qué actividad te conecta contigo misma?

La verdad suena a cliché, pero hacer yoga y meditar.

Mucho de vivir en un mundo de puros hombres -hiciste el favor de destacarlo cuando estabas contando de mi carrera; fui la primera mujer que esto y que lo otro-, es estar en ambientes cargados de testosterona, de gente muy agresiva en su forma de actuar y relacionarse. Y tratar de hacer tu punto, siendo una damisela muy educada, es una forma válida, pero no ha sido mi estilo.

Tratar de calmar esa estridencia y tratar de concentrarme en cosas positivas y tratar de no estar enojada por los retos que me ha tocado vivir. La batalla eterna por la pensión alimenticia de mi hija y la batalla eterna por mi lugar en el despacho y la batalla por esto y por esto. Y que no haga de mí una persona estridente y enojada de manera permanente. Lo hago todos los días con esas actividades.

Justo eso ha sido ahorita una herramienta clave para organizar y calmar muchas cosas que ahorita, con la pandemia, se magnificaron y se complicaron. Son los mismos problemas, pero juntos y con menos distracciones; sin la compañía de las amigas, de las salidas y otra bola de cosas; la familia, el deporte colectivo. Entonces, es un reto interior más grande.

El otro es justo mis grupos y redes. Estar hablando constantemente con mujeres que tienen retos similares. Tengo el gusto de pertenecer a una iniciativa que se llama #NoParamosTrasElParo, en referencia al paro del 9 de marzo, que es estar haciendo actividades para promover que las cosas cambien.

En mi caso está muy relacionado a desarrollo personal, pero creo que las causas de mujeres hay muchísimas importantes y grandes que tienen que ver con la violencia contra las mujeres. La violación, el acoso y cosas mucho más serias.

Yo estoy en un nicho mucho más chiquito y limitado de alcance, que es el desarrollo profesional, que es muy importante para mí como causa.

Nada me conecta más que estar con otras mujeres que están todos los días en la trinchera, compartiendo información, compartiendo datos, artículos, chistes, y que sea igualmente válido hablar de si hoy no estoy bien por un tema personal; hoy no estoy bien porque no tengo quién me ayude en casa o porque yo no sé nada de coches y está descompuesto mi coche. Y es muy agobiante resolver ese tipo de problemas sola y se valga decirlo.

Las redes de mujeres tienen mucho la ventaja de que las vulnerabilidades pueden ser más reconocidas, más públicas, que en los grupos mixtos o los grupos donde una es la única mujer.

Hace poquito trabajé en un asunto donde una mujer estaba muy frustrada y decía que lo tuvo que manejar a través de un tercero porque si no, ella iba a llorar durante la gestión con su patrón y pues, que eso es muy poco profesional.

Entonces, decía yo: el estándar donde ser profesional implica no tener emociones es un estándar estereotípico masculino que ni siquiera a los hombres les conviene.

Lo que te haría no profesional es tratar un tema no profesional en esa discusión, pero si el tema es profesional y lo estás sufriendo porque te afecta, las lágrimas son irrelevantes.

¿Cuál es tu poder y cómo lo usas?

El del uso de las redes. Todos los días tengo un millón de problemas que resolver, desde dónde conseguir tapabocas que tengan las características que requiero hasta qué paper de competencia me puede ayudar a resolver un asunto. Y mi poder es que conozco y tengo los datos de gente de todos lados, con la que estoy en contacto con razonable frecuencia. La frecuencia natural y normal.

Por ejemplo, ayer le hablé a una amiga con la que tenía cinco o seis años sin hablar para preguntarle si me podía explicar una cosa de una nueva ley en la que ella es experta y poder decir, con toda confianza: amiga no he estado muy presente en los últimos años, hemos estado como locas, pero sé que tú eres la experta en esto, porfa, ayúdame.

En media hora pude resolver una cosa que si no me hubiera tomado cinco o seis horas en tratar de entender. Y no me siento mal porque sé que, si ella me hubiera hablado antier para preguntarme algo de la Ley de Competencia antes de que yo le hablara para preguntarle por la Ley de Metrología y Normalización, le hubiera tomado la llamada y le hubiera contestado sin ningún problema.

Hace ratito fue justamente porque tenía un problema del coche y no tenía idea de cómo resolverlo y sin ningún tipo de empacho escribí en uno de los chats: ¿Quién me puede ayudar a conseguir a alguien que sepa de suspensiones?

Lo resuelvo mucho más rápido que yendo a buscar en... ya no existe la Sección Amarilla, pero el equivalente. Y buscar dónde reparan coches y si el mecánico es honesto o no.

Usar las cosas para resolver problemas más rápido y eso me ayuda a resolver un chorro de problemas al día. Un chorro, chorro, chorro.

Creo que soy una persona que naturalmente resuelve cosas y las resuelve usando de la mejor manera los recursos a su disposición y siempre me hago del tiempo para contestarle a quien me pide algo a mí. Nunca dejo a nadie sin contestar.

Les escribo para decirles: ¡Híjole! De eso sí yo no sé nada, pero te puedo decir con quién. O, en eso no te puedo ayudar, pero siempre tener esa atención con la gente.

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