Liderazgo

El costo invisible de callarnos: cuando el silencio enferma

La fundadora de Dalia, Gina Diez Barroso, escribe que Los estereotipos de género han hecho que aprendamos a callar.

Aprender a no callarnos es un ejercicio diario.

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Gina Diez Barroso

2 de octubre de 2025

El costo invisible de callarnos: cuando el silencio enferma

Como saben, yo siempre voy a invitar a las mujeres a usar su voz, a alzarla. Pero hace poco me encontré con un video que hacía referencia a un ensayo publicado en 2023 en la revista TIME, titulado “Self-Silencing Is Making Women Sick”. Y entendí algo muy fuerte: quedarnos calladas no solo afecta nuestras relaciones o nuestra carrera, también puede tener consecuencias en la salud física.

Los estereotipos de género han hecho que aprendamos a callar. Desde niñas, muchas hemos sido socializadas para complacer, para evitar conflictos, para no expresar nuestras necesidades con tal de “llevar la fiesta en paz”. El silencio se vuelve una estrategia: creemos que nos protege, que evita problemas. Pero al final, auto-silenciarnos es negarnos a nosotras mismas y a nuestra experiencia.

El ensayo explica cómo este fenómeno tiene un impacto directo en la salud de las mujeres. Algunos datos que me sorprendieron bastante y que no sabía:

  • Las mujeres representan cerca del 80% de los casos de enfermedades autoinmunes.
  • En salud mental, la depresión, la ansiedad y el PTSD aparecen al doble de frecuencia que en hombres.
  • Después de un infarto, las mujeres tienen el doble de probabilidad de morir en comparación con los hombres. Recordemos que el estrés emocional es un factor de riesgo importante para infartos.
  • En un estudio de 10 años, las mujeres que no expresaban tensiones emocionales tenían 4 veces más riesgo de morir prematuramente que quienes sí lo hacían.

Es decir, no es solo un tema emocional: callarnos impacta también en el cuerpo.

Y es que, ¿cuántas veces nos hemos repetido frases como: “mejor no digo nada, no quiero más problemas”, “no vale la pena discutir”, “para qué digo algo, ni me van a entender”, “no quiero incomodar”, “si reclamo, van a decir que soy enojona”? ¿Cuántas veces nos hemos silenciado así? Y lo más importante: ¿cuánto nos cuesta en salud, energía y calidad de vida?

No se trata de ser conflictivas porque sí. Se trata de aprender a decir “no”, de poner límites, de expresar lo que necesitamos, de reconocer cuando algo duele. Por eso me da esperanza ver que cada vez más mujeres buscan espacios como la terapia, donde podemos darle voz a todo eso que callamos —a veces hasta por cuestiones de seguridad—. Porque cuando vivimos solo para complacer, las otras personas nunca llegan a conocer realmente quiénes somos. Y en lugar de unir, eso genera tensión y desconexión.

Me quedo con una frase del ensayo que me encantó: “detrás de cada emoción hay una necesidad”. El enojo, por ejemplo, no es “malo”; es un mensaje. Algo no está bien y pide ser atendido.

Por eso hoy quiero dejarte esta invitación: La próxima vez que decidas callar “para no molestar”, pregúntate: ¿qué necesito? Quizá no lo digas en voz alta en ese momento, pero reconocerlo ya es un gran paso.

Aprender a no callarnos es un ejercicio diario. No vamos a despertar de un día para otro sabiendo identificar y expresar todo lo que sentimos. Pero si practicamos, poco a poco se vuelve más sencillo. Y lo que empieza en lo más pequeño, puede transformarse en un cambio profundo en nuestra vida.

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