Doctoras, enfermeras y COVID-19: coraje y miedo

5 relatos de doctoras y enfermeras en México y Estados Unidos acerca de cómo viven la pandemia en su profesión y en su hogar.

Foto: Dalia Empower
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CIUDAD DE MÉXICO. El personal médico de México y el mundo trabaja arduamente para lograr que los pacientes contagiados con el coronavirus COVID-19 recuperen la salud. Pero ¿cómo viven las doctoras y enfermeras esta situación? ¿Qué sienten? ¿Cómo evitan contagiar a sus familias? ¿Qué las mantiene a pie de lucha?

Estos son los testimonios que cinco heroínas del sector salud dieron a Dalia Media, plataforma de información y noticias de Dalia Empower, sobre cómo es vivir la pandemia desde la primera línea de defensa contra el COVID-19.

1 Apoyo entre mujeres en medio de la pandemia

Vanessa Velázquez

Doctora del Hospital Regional de Alta Especialidad y del IMSS en Yucatán

Vanessa es originaria de Chiapas, pero radica en Yucatán desde hace 11 años. Está casada y tiene dos hijas de tres y nueve años. Es parte de la asociación Mamás Doctoras, integrada por más de 13,000 mujeres a nivel nacional e internacional. En la asociación, las médicas han encontrado apoyo en temas personales y laborales, especialmente durante esta pandemia de COVID-19.

Además, cuenta, en Yucatán, la asociación se ha dedicado a juntar recursos tanto económicos como materiales para dotar de insumos al personal de salud.

¿Cómo es tratar con pacientes de COVID-19?

En los lugares donde Vanessa trabaja se recibe a pacientes sospechosos de coronavirus. Se realizan roles para evitar que todo el personal esté expuesto al mismo tiempo. El 50% de la plantilla de salud se fue a su casa y no está laborando por tener condiciones de salud desfavorables para la enfermedad. Vanessa ya estuvo 10 días en contacto con casos sospechosos y ahora se encuentra esperando a que la vuelvan a asignar a esa área.

“Mi particular experiencia fue de incertidumbre. Nos mandaron a un área que estaba inhabilitada, en proceso de adaptación, sin un protocolo de acción escrito. Empezamos a hacer adquisición de nuestro equipo personal, los trajes blancos, las caretas y hasta los cubrebocas N95 de forma anticipada. No fue una buena experiencia, por la inseguridad del área.”, relata.

Adicionalmente a la preocupación por su salud, se suma la preocupación por los pacientes.

“Fragilidad, ésa es la palabra. He tenido oportunidad de atenderlos, platicar con ellos, preguntarme qué mas puedo hacer por ellos. Sentir la incertidumbre de no poderles regresar la salud”, lamenta y recuerda que no solo no hay tratamiento específico para la enfermedad por COVID-19, también hay falta de algunos insumos.

Malabares para evitar contagiar a la familia

Al salir del hospital, Vanessa se dirigía a una casa deshabitada que pidió prestada. Ahí, se bañaba a conciencia y se cambiaba de ropa antes de llegar a su hogar. Todo esto para reducir las posibilidades de contagiar a su familia. En donde trabaja, no existen áreas para desinfección o regaderas para el personal.

“Los 10 días de mi rol, estuve con cubrebocas en mi casa y con sana distancia de mi marido e hijas. A ellas les expliqué lo que estamos viviendo y se limitaron para no estarme abrazando o besando. Evité que mis productos personales estuvieran en contacto con los de ellas o mi marido, lavarme las manos continuamente y lavar todo con cloro”. Ésas fueron parte de las medidas adicionales que tomó.

El impacto en la vida profesional y personal

“Hay incertidumbre de si mañana vas a estar bien o te vas a enfermar. Yo lo que le dije a mi marido que lo único que le encargaba es que viera por ellas”, reflexiona la doctora ante la posibilidad de un contagio.

En el ámbito profesional, se unieron los médicos ante la renuencia de las autoridades a escucharlos y realizaron un manifiesto dirigido al gobierno. Así nació Médicos de México.

“No estamos negados. Entendemos nuestro llamado, por eso estudiamos. Lo que reclamamos es no sentirnos acompañados, con protocolos y protección. Sentimos que no importamos”, afirma la doctora. La realidad es que en México ya se han registrado brotes entre el personal médico en estados como Guerrero o Coahuila.

Lo que piden es equipo de protección suficiente; aislamiento del personal que trabaje con pacientes de COVID-19 para evitar que regresen a sus casas y contagien a sus familias; contratación definitiva del personal de honorarios; capacitación teórica y vigilancia de las instalaciones de trabajo, entre otras cosas.

“El personal de salud con el que yo trabajo es personal con compromiso. Nadie se ha negado, nos queda muy clara nuestra vocación de servicio, es alentador tener tantas voces en la misma sintonía”, admite.

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2 Un susto llamado coronavirus une más a la familia

Analuisa Lares

Enfermera de la Clínica de Linfoma de la Universidad de Stanford, California, Estados Unidos

Te quiero contar una anécdota. Tengo una niña de siete meses y una de dos años. A las dos les dio fiebre altísima, las llevamos al pediatra y nos pidió chequearlas por coronavirus. Aquí te hacen un examen en el carro, en unas carpas enormes con personal de salud vestido como en la NASA. Gracias a Dios, el examen fue negativo, pero en ese momento pensé: ¿Y si fui yo? ¿Si fui asintomática y se lo pegué a mis niñas?”, recuerda Analuisa, enfermera originaria de Venezuela.

El lunes siguiente a este episodio, regresó a trabajar al hospital de Stanford con el mismo ímpetu. “Volví con la misma energía de antes, sabiendo que estamos en esto juntos como familia. Mi esposo está muy orgulloso de que estemos juntos en esto”.

Analuisa es "nurse practitioner", es decir, una enfermera avanzada o proveedora de salud. Entre sus funciones están recetar quimioterapia o medicinas y puede ver pacientes sola.

¿Cómo es tratar con pacientes de COVID-19?

Para Analuisa, este es el momento para que el personal médico se luzca y demuestre nuevamente su valor.

“En este país (EU), donde hay abundancia y hay recursos, es muy distinto a lo que se está viviendo en otros lados. Lo que hacemos es que (a los posibles casos) los atendemos en cuartos designados para pacientes con sospecha de coronavirus. Entras con toda la preparación, lentes máscaras, batas de protección. Primero es la entrevista y ahí ves si el riesgo es suficiente o no”, detalla sobre el procedimiento.

En ese momento, relata la enfermera, es cuando se decide si se realiza la prueba o no. “Somos profesionales de la salud y hay muchas enfermedades además del coronavirus. Es importante distinguir los síntomas, sobre todo porque los recursos no son infinitos”.

Malabares para evitar contagiar a la familia

En la clínica donde está trabajando Analuisa, los pacientes son ambulatorios. Son enfermos con linfoma que acuden a sus quimioterapias, radioterapias o consultas. Eso se tradujo en la facilidad de dar muchas consultas vía video. Para los pacientes que sí tienen que atender de forma presencial, lo hacen usando mascarillas N95. Al salir, al igual que en el caso del personal de salud mexicano, Analuisa toma medidas para proteger a su familia.

“Cuando llego a mi casa, entro por la puerta de atrás a escondidas, como si fuera a meterme en una casa que no es la mía, y dejo todo en una cesta, me meto a bañar y después voy a saludar a mis hijas”, explica.

Familia a la distancia

“Tengo familia en Argentina, Venezuela, Colombia, México, y siento que en la mayoría de los lugares están tomando medidas razonables. La infraestructura de los hospitales sí es un problema, por lo menos en Venezuela, que me preocupa”, indica la enfermera.

Reconoce que en la mayoría de los países donde tiene familiares, se aprendió de lo ocurrido en Italia o España, y se están adoptando medidas adecuadas para gestionar los contagios.

La esperanza continúa

Estados Unidos cuenta al 20 de abril con más de 770,000 casos de coronavirus y más de 41,000 muertes. Sin embargo, la diferencia entre lo que ocurre en Nueva York, entidad más afectada por el COVID-19, con más de 240,000 casos y California, lugar de residencia de Analuisa, que tiene casi 29,000 casos confirmados, es grande.

“Aquí en California, la gente ha logrado mantenerse en su casa y se ha bajado la curva significativamente, hay muchas camas disponibles, muchos respiradores todavía, hemos logrado sobresalir en ese aspecto. Es importante que la gente pueda ver cómo ayudar de manera local, no dejarnos desalentar por los lugares donde hay problemas, sino ocuparnos en nuestras áreas”, concluye.

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3 La tristeza de los pacientes de COVID-19

Sandra López

Enfermera del Hospital Regional No. 2 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Ciudad de México

Sandra nació en una familia que se dedica a la salud, sus padres son enfermeros y su hermano es médico. Pese a contar con el apoyo de su familia para continuar con su labor en estos momentos de crisis, la angustia y el estrés no se han hecho esperar.

“El impacto de esta enfermedad es muy grande. Para mí, el salir de casa con el temor a contagiarme y con los pacientes es estresante porque cada uno, pese a tener el mismo virus, actúa de forma totalmente diferente a nivel físico. Entonces, es mucho estrés, miedo y angustia”, se sincera la enfermera.

¿Cómo es tratar con pacientes con Covid-19?

En el hospital donde Sandra trabaja, cada cubículo tiene capacidad para seis camas y hasta el momento solo se utilizan cuatro. Pero esto puede cambiar.

Los pacientes se encuentran aislados, sin teléfono y únicamente con artículos personales como jabón o papel de baño.

“Vemos la cara de tristeza del paciente al ver que entramos a verlos como astronautas (por el equipo de protección). Además, su deterioro físico es demasiado grande y a eso sumarle la depresión de estar en un lugar desconocido, con un trato diferente, porque todo lo que se usa con ellos se desecha. Principalmente el deterioro de las vías aéreas que empiezan a tener”, platica sobre lo que ha visto en estos días.

Malabares para evitar contagiar a la familia

A Sandra lo que le ha funcionado es llegar vestida de civil al hospital y cambiarse ahí. Al finalizar su horario laboral, “nos vamos al área de vestidores para cambiarnos y si podemos, nos bañamos”.

Además, su ropa la traslada en una bolsa de plástico y la lava aparte de la ropa del resto de su familia. Al llegar a casa, se lava las manos y utiliza cloro para desinfectar su hogar.

Una atenta invitación

Sandra pide a la población apegarse a las directrices de la Secretaría de Salud. “Literal, quédense en casa. Mucha gente no cree, pero uno que está viviendo día a día esto, de verdad es muy aterrador. Cuídense, lleven medidas esenciales, porque el virus sí existe y está acabando con mucha gente”.

4 La decisión más difícil: alejarte de tu bebé

D.P.

Doctora del IMSS en Yucatán

“Desde que me enteré que había sido asignada a un hospital de segundo nivel tomé la decisión de dejar mi hogar. Tengo una lactante de 10 meses y mi mamá tiene cáncer renal (a quien) se le extirpó un riñón hace unos cuatro meses. Mi primera desesperación fue pensar que podía ser la causante de traer el virus a casa y tomé la decisión de apartarme de ellos”, cuenta la médica, quien prefirió el anonimato.

Ella no tiene base, es personal de contrato y se encuentra en la bolsa de trabajo del Instituto. Al ser personal de contrato, no está asignada de fijo a un hospital y la rotan entre unidades médicas, incluyendo las de segundo nivel, donde se trabaja con pacientes de COVID-19.

Malabares para evitar contagiar a la familia

Antes de tomar la difícil decisión de cortar la lactancia de su bebé, mudarse de casa y poner distancia física entre ella y sus seres queridos para prevenir posibles contagios, la doctora hacía todo un ritual para entrar a la casa donde cohabitaba con sus papás.

“Soy mamá soltera y mis papás y una niñera me ayudan con la bebé. Antes de tomar la decisión de irme, cuando iba a entrar a la casa me cambiaba en el porche de la casa. En cubetas con jabón dejaba los zapatos hospitalarios, que son de plástico, esos nunca tocaban la casa”, relata sobre aquella época.

Finalmente, cuando decidió irse temporalmente del hogar, la decisión le afectó mucho a nivel emocional. Es la primera vez que se aleja de su hija. “Lo peor que te puede ocurrir es que le faltes a tus hijos, es de los miedos más grandes, eso y morir sola en un hospital”.

¿Quedarse o no? Ahí el dilema

Al ser madre soltera, la doctora admitió que ha pensado en dejar el trabajo si la situación se agrava más, pues no puede permitirse faltarle a su hija.

“Voy a estar hasta donde me lo permita mi salud y hasta donde yo valore, porque sí va a haber un momento en que es demasiada la exposición y yo no tengo otra persona que se pueda hacer cargo de mi hija. Puede llegar el momento en que me toque elegir”, reconoce, pero admite sentirse agradecida de tener trabajo en estos momentos.

Un llamado a la conciencia

La médica pide a la población ayuda para luchar contra la pandemia. “Les pido que nos ayuden no saliendo. Los hemos visto saliendo con niños y en pareja. Esto no es un juego, va a empeorar porque es el curso normal y todavía falta el pico más alto de la enfermedad en México”, recalca.

Sin embargo, recuerda que esta epidemia también va a pasar y que hay personas que se han logrado recuperar de la enfermedad causada por el coronavirus COVID-19.

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5 El estrés de proteger a tu familia si el trabajo no te protege

V.R

Doctora del IMSS en Yucatán

La doctora, quien también prefirió el anonimato, tiene asma, al igual que sus dos hijos. Uno de ellos, de nueve años, ya ha tenido neumonía en cuatro ocasiones. Para ella, el riesgo de contagiarse de COVID-19 es impermisible por las condiciones médicas de su familia.

“El estrés de quienes tenemos familia vulnerable, es más. Es un cansancio emocional tremendo porque no te puedes permitir llevar este virus a tu casa, pues no sabes cómo va a responder tu hijo ante la enfermedad. Aunque no es una edad de riesgo, tal vez mi hijo sí lo sea por sus antecedentes”, dice durante la entrevista.

Malabares para evitar contagiar a la familia

Para la doctora, la previsión inició desde que comenzó a escuchar sobre cómo se estaba desarrollando la pandemia en otros lugares. Consiguió insumos a buen precio para protegerse, más allá del material que le brindan en su lugar de trabajo.

“En el área donde yo estoy nos están dando material, pero limitado. Nos dan un kit para la jornada, entonces si entra después otro paciente sospechoso y no tenía COVID-19, a lo mejor, ya lo contaminamos”, explica y denuncia que no tienen un área para desinfectarse adecuadamente al terminar la jornada laboral.

Al llegar a casa, mete su ropa a la lavadora y se baña con todo lo que trae puesto. Ahí lo lava y lo deja secar. Solo después de todo este proceso, entra a su casa. “Nadie me puede tocar, nadie se me puede acercar hasta que yo me desinfecte”.

Ser mamá y doctora

Para ella su única responsabilidad no es solo salvar vidas. También es madre y tienen que cuidar de sus hijos, que ya están aburridos de estar encerrados, aunque entienden la gravedad de la situación. Ella les ha explicado detalladamente.

“Les traigo actividades, cosas para que hagan un pastel, se ponen a dibujar. Les puse una tiendita. Si ayudan en la casa se ganan dinero y pueden comprar algo en la tiendita”, cuenta sobre las dinámicas que ha inventado para mantenerlos distraídos durante el encierro.

Pero para ella, la situación es muy distinta, pues lidia con altos niveles de estrés. En pláticas con otras mujeres doctoras, se escuchan y apoyan.

“Muchas lloramos. Estamos agotadas mentalmente. Muchas compañeras han pensado en renunciar, otras toman clonazepam. Todas tenemos insomnio. Estamos muy agotadas física y mentalmente”, revela.

Los momentos esperanzadores se dan a cuentagotas. El anuncio de las autoridades de que el coronavirus sería considerado un riesgo de trabajo, fue un "respiro".

Lo que la médica pide a la población es empatía con el personal sanitario. “Que nos comprendan, que todos tenemos miedo. A lo mejor, ellos no tienen tanto miedo porque no han visto lo que sucede dentro de un hospital. Hagan conciencia de que, con que uno se contamine, ya pudo contaminar a su familia”.

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